Me llamo Anthony y tengo dieciocho años. Tengo también dos hermanos pequeños. Me gustan las mujeres, el alcohol y fumo regularmente. Practico fútbol para no subir de peso, antes lo hacía por afición. Adoro los sabores fuertes en la comida. Soy un romántico de nacimiento, creo que nací en el siglo equivocado. Escucho salsa y aún canto en la ducha. Nunca sé mi número celular. Me llaman Tony y este es mi blog.
viernes, 30 de julio de 2010
Karma
Dicen que el cielo andino es el verdadero hogar de los dioses, porque de ser ellos todopoderosos, sin lugar a dudas, elegirían su majestuosidad, como su casa. Dicen que desde sus cerros se pueden divisar infinitas estrellas, que las ves y cuando crees haber visto todas, aparecen más de entre ellas. Dicen que su luna es inmensa y se basta ella sola, para iluminar todo el lugar. Dicen que su atmósfera es perfecta, que te quedas hipnotizado si la ves por más de unos segundos. Todo lo que dicen, es verdad.
Bajo esa bóveda estrellada, se puede pensar con claridad. Las ideas fluyen, toman forma y se esparcen en forma de palabras que se las termina siempre llevando el viento, no sé a donde, no sé con que intenciones, pero estoy seguro que en algunos oídos terminan. Pasa una estrella fugaz, es la primera vez que veo una. Es como su nombre lo dice, rauda, veloz, casi instantánea. Cierro los ojos y unas cuantas señoritas quieren apoderarse de mi mente, para que pida por ellas, por volver atrás, por formar parte del milagro que está por ocurrir. No les hago caso, pido por otra cosa, lo siento pero si lo dijera, mi deseo correría el riesgo de no cumplirse. Así firmamos un pacto, el cielo, shupluy, la estrella fugaz, la luna de testigo y yo.
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