sábado, 14 de mayo de 2011

T y N



A la N la entiendo


aunque sé que no me entiende


aunque parezca demente


que T pueda querer a N.







A la N le aguanto


lo que calla y lo que tiene


y en todo le hago caso


en todo hago caso a N.







A la N la quiero,


no he dejado de quererla,


lo sé porque al no verla


la cuido de mi veneno.







Y ahora que lo pienso bien


tal vez ame a la N.


Donde amar es querer veinte



¡Yo la quiero como cien!

sábado, 30 de abril de 2011

EL GENIO DEL AMOR I

Los genios exísten. Si señores, exísten, aunque no son muchos. Si se pudiese identificar a todos no serían más de diez. Y es que algunos son genios a ojos de todos: Actores, humoristas, políticos, deportitas. En cambio, hay otros que son genios para ellos mismos y una pequeña fracción de su genialidad la invierten en ocultarse del mundo. Una pequeña fracción de su talento, eso les basta para escapar a los ojos de todos nosotros.

Esta es la historia de Samír Valló, un genio que sobresalió en el mundo veloz y globalizado en el que vivimos. Y no precisamente por adaptarse a él, sino por anteponer sus principios gracias al talento que se le concedió al nacer: El talento de amar. Porque Samír Valló es un genio que nadie nunca antes ha visto, un genio del amor, el verdadero opio del hombre.

...

Primero

Samír o Sami para lo amigos fué enviado a la tierra a inicios del siglo veinitiuno. Aterrizó en Lima, en el distrito del Rímac, en un barrio desde el cual se podía escuchar bramar al famoso río de la capital durante los meses de verano. Era hijo único. Sus padres Bruno y Selina, vivían con él. No eran adinerados pero se las arreglaban para vivir bien y para mantener en buena forma la casa de dos pisos que tenían, la segunda más alta del barrio.

Al llegar un hijo a la familia, esta se fortalece. No viene con un pan bajo el brazo pero si con una bolsa de amor escondida, que va repartiendo en cada sonrisa y en cada llanto como quien reparte caramelos. Con la familia de Samír esta creencia se mantuvo. Sus padres que hasta ese momento venían teniendo problemas por lo distinto de sus personalidades empezaron a dejar de pelear. Daba la impresión de que el amor por su hijo los había enamorado de nuevo. Podían quedarse los tres tirados en la cama por horas. Pensando en lo que vendría, compartiendo sus sueños sobre el futuro de Sami, sobre el gran hombre que sería y sobre lo mucho que velarían por verlo alcanzar sus metas. La familia estaba muy unida y Samír sin darse cuenta había comenzado a dar muestras de su poder, y había empezado nada menos que con su padres.

Cada persona que visitaba la casa de los Valló se quedaba anonadada con la armonía que sentían rodeando a esa familia. Dentro de aquellas paredes todo era perfecto: amabilidad, servicio y un buen humor que parecía robado de un templo budista (está comprobado que las personas que practican el budismo son las más felices del mundo). Sobre todo se quedaban pegados con el pequeño Sami. Cada risa, cada palabra mal pronciada, cada moco escurriendo de sus narices era festejado con vivas que poco más y eran alabanzas.

Por inercia el hogar de los Valló se fue convirtiendo en el punto central en cada celebración barrial. Las polladas, parrilladas, cuyadas y picaronadas se realizaban en su garaje. La gran mayoría eran profondo la operación de un familar de algún vecino enfermo. Todos concordaban en que esa casa antes abandonada, era ideal por su gran tamaño y por la generosidad de sus ocupantes. No sospechaban que el pequeño Sami expandía sus dominios.

Un evento que tuvo lugar en el quinto cumpleaños de Samír sobresale en esta historia. Se estaba dando una fiesta en el garaje de los Valló. La fiesta como cada año, hacía paralizar las actividades del barrio. Al momento de romper la piñata de Gokú que Bruno había escogido, el pequeño Sami desapareció. Los vecinos lo buscaron en toda la cuadra, incluso fueron hasta las costas del río -dos cuadras más abajo- pero nada, el niño no aparecía.

Marcelo, uno de los mejores amigos de Sami, recordó que solían encerrase en el último cuarto del segundo piso a jugar. Aprovechando la elasticidad que sus siete años le adjudicaban trepó por las afueras de la casa hasta el balcón del segundo piso. Mientras tanto la turba, encabezada por los padres de Sami, lo seguían tratando de subir por la escalera del primer piso que sólo dejaba avanzar a las personas una por una. Gigante fue la sopresa de Marcelo al descubrir detrás de la puerta a Samír abrazado fuertemente con su hermana menor Lea. Marcelo se puso rojo de celos y furia como Marte, y aprovechando su tamaño los separó de un tirón.

Leita lloraba por ver a su hermano en tal estado. Samír sólo miraba a Marcelo y sonreía, sabiéndolo su amigo. Esto sólo enfurecía más al pequeño Marce, que después de lanzarle todos los insultos que conocía lo empujó contra la pared y se puso en posición de darle un puñetazo. Como el cuarto quedaba al final de un pasillo y la puerta estaba abierta, Bruno observaba mientras corría hacia el cuarto, como Marcelito, el amigo de su hijo, se disponía a darle el brutal golpe que iba dirigido al rostro de su angelito.

Nadie sabe que pasó por la mente de Marcelo en esos segundos, ni él mismo. Tenía toda la intención de golpear a Samír por su atrevimiento, se había transformado en un sicario sin corazón. Ni siquiera los gritos de Bruno ni el llanto de Leita parecían llegar a sus oídos. Pero los ojos de Sami, esos ojos grandes y húmedos que lo miraban como alguien mira a su mejor amigo, esos ojos no sólo lo detuvieron, lo paralizaron, esos ojos de medusa, esos ojos que eran todo menos humanos.

Desde ese día Samír y Marcelo empezaron a llevarse mal. Y no pararon hasta convertirse en rivales. A veces por un partido de fútbol, a veces por el cariño de Leita. Sin embargo, lo que en verdad parecía ahora que eran menos amigos, era que habían formado un lazo aún más fuerte que el de antes. Porque ambos ganaron un enemigo íntimo ese día y todo lo que eso significa. Una persona que mediante retos te obliga a ser mejor, que te conoce tanto que logra hacer que te examines de adentro hacia fuera para preguntarte ¿Qué te falta? Y en el caso de Samír la pregunta que se haría hasta el final de sus dias ¿Qué te sobra?

sábado, 16 de abril de 2011

No desaparezcas nunca

A veces extraño tu risa
y me dan ganas de morderte
a veces con mucha prisa
otras morder suavemente.

También extraño tus manos,
que jueguen con mis cachetes
y yo con mucho cuidado
pelearme con tus aretes.

Y quisiera besar tu cuello
lamerlo con mucho cuidado
contar hasta tres y luego
bajar por tu pecho blando.

A veces extraño tu nombre
rebotando por mi cabeza
volviendo mi mente pobre
alocándome las ideas.

También extraño el cabello
que invade mi territorio
que lucha con gran esmero
contra mis ojos furiosos.

Y justo en esos momentos
te extraño más que nunca
como la espera al recuerdo
y que no desaparezca nunca.

Pdt. Nunca.

Desaparecer

Terminaremos solos. Moriremos solos y nuestros huesos descansarán solos. Conversarán con la tierra y los gusanos, se mojaran con la lluvia que atravesará la tierra y se freirán con la arena caliente, osea estarán solos. Al principio será molesto, tardará un poco el acostumbrarse a la soledad. Pero es un destino inevitable sin dudas. No puede haber nada allá abajo, sólo tu y tus recuerdos, sólo tu y tu cuerpo, que repito, es lo mismo que estar solos.

Y la soledad no es mala tampoco. La gente miente, confabula en tu contra y te traiciona. Es así y nada cambiará las cosas ¿El amor? El amor no existe. Es un invento de las personas por no aceptar su soledad, como la fe, la esperanza y todas esas cosas. Porque al final terminaras llorando al darte cuenta de lo solo que estas. Y si siempre vas a estar solo es mejor aceptarlo y aceptar también que la soledad mala no es. Sería mejor si fuesemos máquinas sin corazón. Frías para no llorar, solas para no necesitar de nadie.

La amistad también es un engaño, una muestra de debilidad. Necesitamos de los demás porque somos debiles. Si estuvieramos solos, seríamos fuertes, aprenderíamos a valernos por nuestros recursos y nunca aquejaríamos la falta de nadie. Es una cuestión de costumbre, de acostumbrarse a la soledad para darse cuenta que es lo único que tiene sentido en este mundo. Solos no existiría ningún mal. Ni las guerras, ni los robos, ni las traiciones, ni los remordimientos. Tampoco existiría nada bueno pero es mejor así, para que ilusionarnos cuando es inevitable que todo desaparecerá como las huellas en el desierto. Polvo somos y en polvo nos convertiremos.

La soledad es la única verdad de nuestra existencia. Es el secreto mejor guardado del alma. Ella quiere estar sola, no quiere que la molesten. Nostros insistimos en maltratarla , en destruir lo único que de verdad nos pertence. Al final estará sola en esa tumba y los recuerdos que le dimos sólo acrecentarán su dolor. Nunca descansaremos por nuestra impertinencia. Entonces ¿Qué es mejor? Vivir una vida de amor y de soledad para terminar eternamente añorando algo que nunca volverá. O vivirla en soledad y que nuestra alma pueda descansar en paz. Tú decides. Yo ya lo hice. Sólo me encuentro y sólo terminaré porque así es mejor. Porque a decir verdad, no tengo otra alternativa.

jueves, 7 de abril de 2011

Desconocidos

Quisiera tener una mujer sencilla. Que se levante conmigo muy tarde, casi al mediodía, con la que nos quedemos tendidos en la cama mucho tiempo y que sólo pueda sacarnos de allí el hambre. Quisiera que cocine muy bien y que decida el menú de todos los días. Pero que se compadezca de mí y haga caso a mis pedidos un par de veces por semana. Que haga la lista de cosas para el mercado y yo vaya a cazar los ingredientes mientras ella limpia un poco la casa. Una vez en el mercado me encantaría comer un ceviche y tomar una chica bien helada, ambos por gula.

Me gustaría llegar a la casa y que cocinemos juntos, yo siempre a sus órdenes. Que comamos también juntos y que le haga gracia mi desordenada manera de comer. Sería ideal que respetara mi siesta después del almuerzo en el sillón y con el periódico tapándome la cabeza. Me agradaría que me despierte a besos una hora después, y en un descuido, se dejara dar unas nalgadas para que recuerde que es mi mujer. Sería interesante hacer el amor ahí mismo, rápido, seco, con gritos: mas que un mañanero, un atardecedero. Después me gustaría pasar tiempo en la computadora, escribiendo, leyendo, conversando, jugando, olvidándome de ella. La recordaría más tarde y siempre seguiría allí, como hacen los amigos.

Anochecería y antes de irme a buscar la noticia fresca, recién salidita, ella me entregaría mi ropa ya planchada e impregnada de sus deliciosos olores. Me gustaría despedirla con una sucesión de besos que parecerían no tener ninguna regla de formación, pero si la tendrían, el amor: un beso, pausa, dos besos, risas, tres besos, pausa, cinco besos, cosquillas, uno rápido, pausa, dos más y esta vez si, adiós amor, volveré tarde. Encontraría la noticia, escribiría en el camino y terminaría en un bar haciendo bohemia con otros periodistas. Fumaría mucho y le haría prender mis cigarros a la mesera tetona. Al encenderme el pucho yo miraría sus pechos, como un niño que mira entre las piernas y el vestido de las demás niñas del salón cuando se sientan. La seduciría toda la noche y haría gala de mi falso conocimiento en ese arte frente a mis colegas. Pero mi mujer me llamaría y yo volvería corriendo a la casa, con una bajada maldita.

Y ella me preguntaría mil cosas. Que por qué he estado tomando hasta esas horas, que con quienes y yo con mis amigos amor, que seguro con esa y yo no amor, que segurito con aquella y yo me reiría: no mi amor. Más que una requintada sería como llamarle la atención a un borrachito que te ha lanzado un piropo inofensivo. Luego de pasar tarjeta ella me calentaría la comida y yo sólo comería la sopa. Le diría que es para poder dormir bien aunque en realidad sería por darle la contra, que es lo mismo que hacerlo por amor.

Yo no le preguntaría qué ha hecho, ni con quienes lo ha hecho, ni en dónde lo ha hecho. El amor es perdonar y yo te perdono de antemano, mejor evitemos las molestias y si algún día nos somos infieles, callemos. Porque decidir engañar y callar, como decidir ser fiel y decir la verdad, es sólo otra forma de hacer un pacto. Me levantaría muy temprano para llevarle el desayuno a la cama. Ella lo sabría porque es muy suspicaz pero se haría la desentendida para no arruinarme la sorpresa. Y yo encantado de que me engañe de esa manera. Nos amistaríamos y no haríamos el amor, tiraríamos. Duro, largo, sin respeto, como dos desconocidos.

viernes, 18 de marzo de 2011

Caminos: Introducción

El piso daba pruebas de una fiesta inolvidable. Se habían formado charcos de cerveza en dos rincones de la sala. La al principio elegante decoración se había transformado en un ambiente de pollada. Escupitajos, botellas rotas, cajas de cigarros, colillas, sacos olvidados, corbatas arrancadas, silbatos y serpetina así como gorritos y narices de la hora loca se esparcían por todo el lugar, dejándolo lo más parecido posible a un campo de batalla.

Los restos de la reunión sólo eran comparables con el silencio que a estas horas ya se había apoderado del lugar. Apenas quedaban cuatro personas sentadas en fila al costado de la puerta. Yacían silenciosas, inertes. Dos fumaban pensativos, uno intentaba sonreír para que el buen humor le ayudara a entender lo que acababa de pasar y el último se estaba quedando dormido. De pronto este se para como sacudido por el diablo, va al baño, se lava la cara, orina y regresa totalmente despierto. Arenga a los demás mientras les dice consultando su celular que en unos minutos amanecerá. Y que sería buena idea presenciar ese espectáculo desde afuera. Nadie se hace problema, los tres se levantan y caminan con algo de flojera hacia la puerta.

En la escalera que está inmediatamente después del umbral de la puerta se encuentra abrazada una pareja. La chica ordena que cierren la puerta al salir y ellos le hacen caso pues es la dueña de la casa, la quinceañera. Lleva un vestido blanco todavía impecable y el maquillaje algo corrido por debajo de los ojos. Aún así tiene buena pinta. Parece feliz estando acurrucada en la escalera por ese tipo. Tanto que sus palabras ya no llevan veneno, su mirada parece ya no esconder secretos y su piel se ve al fin tranquila, devolviéndole ese aire de niña que hace tiempo había perdido.

Los cuatro chicos salen de la casa y se acomodan en la entrada. Esta tiene cinco escalones y dos pequeños muros a los costados. Se acomodan en el primer escalón y en los muritos del costado. Uno saca cigarros y fósforos. Prende su fallo e invita a los demás. Dos aceptan. El otro se excusa diciendo que el cigarro le va a subir la locura y que luego no podrá dormir. Además quiere respirar un poco de buen aire y no como el de la casa, que a estas alturas parece incendiada. Se para con el fin de desintoxicarse con una bocanada de oxígeno. Sin darse cuenta ha quedado suspendido en el aire.

Pasan unos segundos que le parecen interminables. Mira el barrio y lo imagina poblado de chibolos, como hace varios años. Todos ensuciándose las ropas al hacer contacto con el suelo, cavando hoyos a propósito para jugar canicas y también sin proponérselo al hacer girar los trompos. En cambio ahora eso sería imposible, eran libertades que les fueron arrebatadas cuando llegó el nuevo alcalde con su maldita pista, piensa. Se sienta y se da cuenta de que todos lo están mirando. Son miradas compasivas y cansadas, como si estuvieran leyendo su mente, como entendiéndolo.

Se relajan y pierden las miradas en lo que fué su hogar. Hoy tan grande y vistoso, con el triple de personas en sus casas. Todos tan educados, tan distinguidos, tanto que nunca dejan de saludarse si se ven al cruzar la calle. Ya no hay batallas campales ni polladas los fines de semana, ni hay griteríos en las tardes ni mucho menos tienditas aparcadas en los garajes de algunas casas. No hay nada y la gente no se da cuenta. No se da cuenta de que se puede estar conectado con todos, hablando cada media hora por teléfono, tener tu familia en la habitación de al lado, pero en realidad estar más solo que un hongo. Sin proponérselo, el pensamiento de los cuatro ha coincidido.

Pdt1. Estoy trabajando en esta historia. Si tengo suerte y todo sale bien la presentaré a finales de Agosto en un concurso de novela corta.
Pdt2. Salí de la católica e ingresé a la San Marcos. Estoy peladito de nuevo.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Fúmame


Medicina favorita

cocaína del alma

labial sin punta fina

doctora ensangrentada.


Hoy ya no te consumas

intentando despertarme.

Hoy devórame hasta las uñas

y desde mi boca desármame.


Prendele fuego a mis pies

e inhala toda mi sangre

y en una cuenta hasta diez

que arda toda mi carne.


Chupa hasta mi rodilla

continúa con el escroto

y deja como colilla

mi pobre corazón roto.