miércoles, 21 de julio de 2010

Aventura Culinaria


Carajo que no estoy gordo, estoy un poco subidito de peso nomás.


Dicen que el amor engorda, bueno les informo que Mía es la excepción a la regla. Se puede decir que me está obligando a bajar de peso y no encontró mejor forma de hacerlo que arruinar mis maravillosas mañanas sin hacer nada, dándome más labores que a empleada doméstica. Tengo que levantarme antes de las diez (conchatumareee), tender mi cama (ah no, ahí si te pasaste, esto ya es explotación) y lo más facilito, aprender a cocinar. ¿Que tan difícil puede ser? Sólo es agarrar un poco de esto, otro poco de aquello, mezclar, freír o calentar y listo.

Al día siguiente

Nada como las torrejas de la abuela, simplemente espectaculares, irán en el menú. Para acompañarlas arroz y algo más, algo que tenga juguito, ¿Una ocopa, una huancaína? Huancaína, serás tu mi elegida.

Llamo a mi abuela para pedirle los ingredientes y uno que otro consejo, lo demás lo sacaré de internet. Me dice que mejor vaya para la casa, que hará tallarines (sus ricos tallarines), pero mi orgullo puede más, así que rehuzo la invitación y voy al mercado a comprar las cosas. Medio kilo de papas, un cuarto de huevo, perejil, culantro, aji amarillo, galleta, y pimiento, lo demás hay en casa.

Pongo las papas, con agua hasta que las cubra, a hervir, como me enseño mi viejita. Luego me puse a investigar como hacer arroz en olla arrocera. Google arroja varios resultados, pero le creo mas a mi amiga Mayte, me dice aceite, ajo molido, luego arroz remojado o arroz y agua (eso fue lo que entendí). Me maldigo por no haber comprado el ajo molido, ¿Cómo diablos se muele un ajo? Intento con una cuchara, un cuchillo, unos platos y no se quiere moler el maldito, jodete, así nomas, ya se molerá sólo.

Tengo que avanzar con las torrejas. Primero pico el ají amarillo, apenas me duelen los ojos, veo esperanza de no sufrir mucho con la cebolla ¡A por ella! Para que dije eso. Cebolla maldita, hija de mil putas, como una cebollita, una mísera cebollita, puede causar tanto dolor. Casi siento que se me salen los ojos, me arden como si el diablo me estuviera escupiendo fuego. Que dolor. No exagero, de verdad que dolor. Al fin acabo de picarla en todo menos los cuadraditos que me dijeron. No sé en que estaba pensando cuando me sequé las lágrimas con las manos de cebolla. La conchadetumareeeeeeeee, corriendo a la ducha, metí mi cabeza ahí media hora, no podía ni abrir los ojos, nunca sentí algo así en toda mi vida. No había llorado tanto ni por una miss mundo y tú cebollita, me hiciste ver el diablo calato.

De regreso a la cocina, que fue con las papas ¡¡¡Las papas!!! ¿Qué no había dejado las papas con agua? ¿A dónde se fue el agua? ¿Y por qué hay algo negro al fondo de la olla? Ya la cague ya. Habrán estado más de una hora allí, pidiéndome que las salvara, pero por el dolor de mis ojos no me di cuenta. Las saco de la olla y no puedo creer lo que veo, han sobrevivido. Ahora entiendo porque Alan garcía les regalo la papa a los demás presidentes en nuestra cumbre peruana. Milagrosamente lo hicieron, sólo se perdierón unas pedacitos quemados, no importa, lo demás todavía se puede comer.

Pico el pimiento y el ají amarillo con éxito, pero no entiendo porque la olla arrocera baila como si hubiera algún animal adentro, en fin, sigamos. Bato los huevos, le agrego harina y todo lo demás que había picado. Falta el perejil ¿Cómo se pica el perejil? Esta vez soy más vivo, llamo a mi abuela para que me de las pautas. Se le deshoja para luego picarlo chiquito me dice. Eso hago, mezclo todo y lo dejo allí, listo para freir al final.

He visto hacer huancaína a mi viejita muchas veces. Entonces porqué carajo no sé que proporción echarle de cada cosa a la mezcla. No importa, ya van a ser las dos y tengo hambre. Improviso. Media taza de leche, media de agua, un paquete de galletas de soda, ají amarillo, nada más. Esta parte da miedo. Sólo espero que no salga disparada la cuchilla de la licuadora hacia mí. Prendo la maquinita, parece que se va a desarmar, así que me cubro con la tapa de la olla. La apago ¿Qué es lo que he hecho? Parece crema de leche. Le echo más galleta, parece jugo de galleta. Le echo más ají, sigue pareciendo todo menos crema, pero sabe masomenos bien. Así quedará.

Mi arroz parece arroz con leche, pido consejos por menssenger. Lo logro solucionar a medias, está medio aguado pero he comido peores. Son las dos, sólo falta sancochar el huevo, facilito. Son las tres y media, maldito huevo. Llevo intentándo sancocharlo cinco veces, todas son un rotundo fracaso. Algunos me dicen cinco minutos, ocho minutos, quince minutos; poca agua, media olla de agua, bastante agua. Es el quinto intento, nada. Milagrosamente justo sube Miriam, la chica que cuida al gordo (mi hermano), resignado y herido en mi amor propio le pido que me ayude, ya no aguanto más el hambre. Sinceramente no sé que hace, ya no quiero saber nada de cocina, pero me entrega el huevo durito. Frío las torrejas y termino ¡Bon Appétit!

Del uno al diez, mi comida es un dos. Nunca he comido algo hecho con tanto amor, que salga tan feo. Me deprimo y pienso que la cocina es para los valientes. Estuve a punto de quedarme ciego, lisiado, morir quemado, electrocutado, acuchillado, ¿Todo para esto? Definitavemente o es un camino muy largo o no sirvo para cocinar. Lo único que rescato es que ya no me siento tan inútil y podré decirle sinceramente a Mía, misión cumplida.

Llevo los platos a la cocina, me encuentro con un desastre, un terremoto de grado ocho, un tsunami de proporciones escalofríantes, un desorden épico. Agarro mi trapito y mi escoba, la pienso bien, los dejo allí y me voy a dormir.

Pdt 1. Mención aparte merecen todos los dolores que invadieron mi estómago, después de la jateada.
Pdt 2. Tampoco estoy tan gordo, a lo mucho habré subidos dos kilitos de pura panza. Sólo que la gente es tan exagerada.
Pdt 3. Todo lo malo que dije de Mia es mentira, te quiero linda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario