lunes, 19 de julio de 2010

Apocalipsis I


Se oye el más estrepitoso de los sonidos, una bomba de humo avanza a pasos agigantados, parece traer somníferos, porque todos dormimos, muchos para siempre.

Los pocos que despertamos apenas podemos recordar que estábamos haciendo antes de la explosión o si todo lo que creemos recordar, es verdad. Difícil describir la escena que tenemos en frente. Se podría comparar con el vuelo a ras de suelo de miles de unicornios flameantes, desgarrando la tierra y todas las almas sobre ella. También se parece a lo que quedaría del planeta, después de ser tragado y escupido por un destructor de mundos.

Me levanto, tengo sangre en mis ojos, pero aún puedo ver con claridad. Corro a ver que ha sucedido con mi famila, con mi hermano, con mi madre, no están. Hay sangre, en cantidades demenciales, aún así no hay nadie, es como si hubieran explotado en formas tan diminutas como para no reconocerlas, es peor que eso. Apenas lagrimeo, no es porque no me duela, es porque tengo que ahorrar lágrimas para lo que está por venir, porque si no las tuviera para acongojar el dolor, simplemente me volvería loco.

Salgo a la calle, todo está en ruinas. Pienso en el número de terremotos, maremotos y tormentas que han azotado el mundo mientras dormía. Cojo una bicicleta y emrrumbo hacia el resto de personas que me importan. Voy a una velocidad demencial, como queriendo morir. De seguro si me cruzo con algo en el camino, me estrellaría y moriría, no me importa, total ya hay parte de mí que está muriendo. Entre ir a mi colegio o a mi barrio, eligo este último, porque se encuentra más cerca, porque casi puedo oler esperanza allí.

Al llegar no hay decepción ni asombro, hay desolación. Entro a mi casa, no hay nada. Ya me lo esperaba así que cojo una linterna y salgo. Casi dejando la cuadra distingo cuatro personas, abrazadas, debajo de una escalera. Huelo su desconfianza, su temor, no me acerco, supongo que estarán mejor sin mí, que se las ingeniarán, acelero en la bicicleta y me voy. Toda la noche me la paso recorriendo casas de amigos, de las personas que me hacían sentirme bien. No encuentro a nadie, lloro aún más, sobre todo cuando visito la casa de L, donde estarás L.

Alguna vez deseé este escenario, como lo vi en mis pensamientos, sé que hacer. Busco una espada, había una en la casa de mi amigo toshio, la llevo conmigo.

Los días apenas se distinguen de las noches, cosa curiosa. He visto unas diez personas en estos días, todas buscando agua, comida, tratando de buscar una explicación, perdiendo la razón en el intento. Afortunadamente he encontrado un viejo almacén, lo he cerrado y hecho mi casa. No puedo arriesgarme a dejarme ver, se que tengo una misión, debo cumplirla. Entreno dieciseis horas al día, no está mal pienso. Aún no tengo la fuerza en los brazos como para cortar un árbol de un sólo espadaso, apenas llego a la mitad. Pero sé que voy mejorando, en reflejos, en velocidad, en estrategia. El ambiente es nebuloso, perfecto para mejorar mis sentidos.

Llegará el día en que tenga que pelear, que tendré que empuñar mi hoja contra las personas que más quize y quiero. No deseo que sea así porque posiblemente no podré hacerles frente, los miraré, arrojaré la espada y me entregaré a su juicio. Haré lo posible por encontrar otra solución, mientras tanto dejaremos esta historia sin terminar...

Pdt. Metáforas.

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