viernes, 6 de agosto de 2010

Nix


Nix(Noche), hija de Urano(Cielo) y Gea(Tierra), hermana de Erebo(Oscuridad), Tártaro(Abismo) y otros, es a mi gusto, la más intrigante de entre todas las entidades divinas. Cuenta la leyenda que su padre en realidad era hijo de Gea y que este sometió a su madre para forzarla a estar siempre debajo de el, procreando numerosos dioses, hasta que un dia su madre se hartó y lo mató por intermedio de su hijo Cronos, que al salir de su vientre, le cortó el miembro. Pero dejemos a los dioses tranquilos, esta historia versa sobre la noche, de como sus encantos me han seducido al punto de preferirla por sobre todas las demás esencias.

Nix es una excepcional compañera. Una amante cálida, hasta en el más crudo de los inviernos. Lo es porque con su oscuridad te abraza, con el miedo que provoca te habla y con su luna te calienta, como dos cuerpos juntos, desnudos. Siendo así, quien no querría enfriarse. Quien no se desnudaría en su cama, mirando la luna a travez de la ventana, para sentir su compañía, en la presencia de estrellas; que por cierto son cuarenta y ocho, yo las he contado.

Otra virtud que tiene, es que es infinita: en su cielo y en su tiempo. En su cielo, porque es una bóveda interminable de figuras tormentosas y sexuales. En su tiempo, porque no tiene fin. ¿O acaso alguien ha vivido lo suficiente como para ver el final de la noche? No lo creo. Puedes hacer miles de cosas en su líbido y nunca te faltaría tiempo. El sueño te vencería antes de conocer su paradero final, por eso nunca la derrotaremos, siempre terminaremos perdiéndonos en su inmensidad, tan parecida al amor.

Cada noche es distinta. Las estrellas siempre cambian de lugar, los amantes improvisan nuevas formas para amarse, la luna nunca deja de moverse, los grillos jamás entonan la misma canción. Será por eso que nuestros miedos recaén en ella. Porque tendemos a volvernos animales sedentarios y la noche es todo menos eso, es una vagabunda errática. Tan malévola como una leona a punto de matar, por darle de comer a sus cachorros. Podríamos acaso acusar a la felina de albergar maldad en su interior. Pues no. De la misma forma en que no podemos acusar a la noche de producir temerosos momentos, por darle a los alcóholicos (tan cercanos a la locura) un instante para hacer maldades.

Pdt. Nix, ojalá sepas guardar secretos.

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