lunes, 23 de agosto de 2010

La M


M fue mi primer amor.

La conocí en el jardían, cuando ambos teníamos cuatro años. Yo ignoraba su existencia, no sabía quien era, sólo sabía que había una chica en mi salón que me acompañaba en todas las actuaciones. Dice M que fueron más, pero yo recuerdo tres escenarios bien claros. El primero ocurrió cuando ensayamos para bailar como cholitos para el día del campesino. Yo la pisaba con mis yanquis nuevos casi a propósito y ella corría con su mami a decirle algo al oído.

La segunda se daba a menudo, casi todos los días. Esperábamos un descuido de la profesora Daysi, agarrábamos la plastilina que sobraba y hacíamos culebras interminables con ella. Ganaba quien la hiciera más larga. Lógicamente mi piconería por no perder era inmensa, por lo que al primer anuncio de su victoria, yo cogía su culebrita por la mitad y la partía sin piedad alguna. Ella se resentía y no me hablaba hasta el día siguiente en que por milagro, se le olvidaba el atentado que había realizado en contra suya.

El último y el más claro recuerdo suyo que guardo fue en el día de la primavera. Fuímos elegidos como pareja: rey y reina. Paseamos en la parte trasera de un camión con todos nuestros demás amiguitos como súbditos. Yo estaba perfectamente enternado, con cuello rojo y una colita de las que ya no se usan. La M dejó a todos boquiabiertos con un vestido blanco, como de novia y un chaleco rojo que la diferenciaba de las demás reinas de otros grados. Recuerdo que cada uno tenía un cetro, los intercambiamos y rompí el suyo. No sé porque lo hize, supongo que me gustaba y quería llamar su atención de alguna forma, en ese momento me sentí una basura total aunque hoy todo eso me parezca cómico. Años después descubriría una foto en la que se nos ve agarraditos de la mano cual novios enamorados.

Luego le perdí el rastro. Sospecho que a esa edad uno no le sigue el rastro a nada. Sólo a sus papás y a sus juegos más alucinantes. Cuando comenzé la primaria, pasé al colegio Fe y Alegría. De ese año no guardo recuerdo alguno mas que el del día en que me dieron mi diploma al segundo puesto en aprovechamiento y conducta (pa' que vean). Al año siguiente una niña muy chiquita, que llevaba pelo corto y lentes, pero con una carita absolutamente adorable, era presentada como alumna nueva. Creo que me gustó desde ese momento, era tan linda, tan risueña, casi sacada de un cuento de hadas.

Sólo sabía que se llamaba M y se apellidaba Pastor. Eso en definitiva, debió ser acto del destino, porque yo era Polanco, el número treinta y uno de la lista de alumnos, mientras ella me precedía con el número treinta. Y como en el colegio, todo se hace por lista, casi siempre terminabamos en los mismos grupos. Pero en ocasiones, no era así. Habían veces en que yo maldecía al destino, lo recontraputeaba porque por azares el grupo justo acababa en el número treinta y no podía estar en el suyo. Peor era cuando el trabajo se daba en parejas y nadie faltaba, lo que ocasinaba que me tocará hacer grupo con el treinta y dos, mas no con la treinta. Yo fingía que nada pasaba, aunque en realidad sólo rezaba para que la siguiente ves, me tocara hacer grupo con ella.

Una vez conversando me dijo -yo te conozco- a lo que yo respondí sudando por el nerviosismo de hablarle -de ónde- del San Silvestre pues Anthony, que ya te olvidaste de mi- Mis ojos se abrieron como los de un muerto resucitado y una luz se apoderó de ellos. Al acabar las clases fui corriendo a mi casa, abrí el albúm de recuerdos que tenía mi mami y en efecto, era ella. Saqué una foto de aquel de día de la primavera, la escondí con cuidado para que mi mamá no se diera cuenta del hurto, le puse en la parte de atrás un "me gustas" y al día siguiente, se lo di.

Fué el primero de muchos mensajes que le envié los cinco años más que duró la primaria. Comenzaron siendo pequeños mensajes, luego fragmentos de canciones, más tarde historias de amor y ya más grandecito, poemas. Nunca se los daba directamente, me daba roche. A veces mi amigo Misael se los daba, otras veces esperaba pacientemente a que la M saliera al recreo para pasar por su asiento y en un rápido movimiento de manos, meter el papelito en su mochila. Nunca me respondía ninguno, pero no me importaba, yo era feliz escribiendole a la M y creo que ella también lo era cuando los recibía.

En cuarto grado nos volvímos grandes amiguitos. Tantas coimas para compartir grupo con ella dieron resultado. Salíamos juntos al recreo y volvíamos por distintas escaleras, para que los demás no nos molesten. Compartíamos los panes que a ella le mandaban y lo que yo compraba en la tiendita. Esos momentos eran los más felices del día. En la salida, a veces lograba hacer maniobras para casualmente encontrarme con ella y ofrecerme en acompañarla a su casa. Le llevaba la mochila y le compraba un cañonazo, argumentando que se me había antojado uno. Y aunque ella vivía al frente del colegio nomás, esa cuadra que caminabamos la hacíamos tan lenta que a veces su mamá nos esperaba impaciente en su puerta, pero como me conocía y me tenía confianza, no le decía nada. Luego volvía a mi casa ocho cuadras más abajo con la mirada en el piso, no de tímido sino que de estar pensando mucho en ella, mi cabeza solita se ponía en esa dirección. Con el tiempo, pude corregir ese mal hábito.

Estudiábamos en la tarde, de una a seis. Dos de los cinco días de la semana, pasaba la mañana en su casa. Inventabamos cualquier tarea, cualquier excusa para compartir ese tiempo juntos. Yo lo hacía porque la quería, la amaba; no sabía porque la M lo hacía, aunque muy dentro mío, quería creer que ella compartía mis sentimientos. Acabábamos la tarea, jugabamos voley o lo que fuese y almorzabamos, su mamá me invitaba comida, cocinaba muy rico mi antigua suegrita. Luego volaba a mi casa a cambiarme y alistar la mochila en tiempo record, para llegar al colegio a escribirle más cartas de amor.

Aquí tengo el primer y más grande vacío mental de mi vida. Llevo conmigo una imagen grabada, no sé si pertenece a la realidad o a un sueño. Al principio estuve seguro que fue un sueño pero con el tiempo, la idea me gustó tanto, el sueño logró ser tan perfecto que se transformó poco a poco en realidad, hasta el día de hoy en que tengo los dos escenarios totalmente mezclados e irreconocibles. Estamos ambos en su cuarto, en un pequeño escritorio color rosa. De repente me agarra el sueño y me echo no sé con que valor en sus piernas, al principio ella no se inmuta hasta que comienza a sobarme la cabeza. Pasa mi cabello por entre sus dedos y me pregunta si me gusta, a lo que respondo que no. Luego me dice -entonces que quieres- le digo - ímaginate que quiero- y ella me da un beso.

A raíz de eso nos comenzamos a alejar, al punto de que el sexto grado lo pasamos casi como dos desconocidos (otra razón para pensar que ese escenario ocurrió en realidad). Yo aún le seguía enviando cartas y cuando me di cuenta, todo el salón ya sabía que me gustaba la M. La quería con todas mis fuerzas, quería estar con ella y decidí decirle todo lo que sentía, para variar, en una carta. Casi acabando el año le propuse jugar al amigo secreto, sólo los dos. El intercambio de regalos fue en su casa pero con la condición de que leeríamos las cartas en cuartos separados: Yo en la sala, ella en su habitación. La mía contenía un declaración de amor larguísima, con infinitos argumentos; la suya apenas tenía unas líneas y venía acompañada de un peluche celeste que hasta hoy conservo.

Lo que sucedió después fue que todo siguió como hasta ese momento. Su carta no dijo nada nuevo, que me quería mucho, que era su mejor amigo, pero sólo eso. Me sentí decepcionado y aún así no pude negarme a seguir siendo su amigo.

Unos días antes de la clausura del año, ella hizo su primera comunión. Hubo una reunión en su casa en la que fui yo el único del colegio que se hizo presente. Se quedaron los mayores abajo y subimos a su casa en el tercer piso, junto con su prima. Nos habíamos metido varios brindis y decídimos jugar botella borracha. Yo sólo quería besar a la M, se veía hermosa con ese vestido blanco. Su prima sopesando mis sentimientos nos encargó besarnos, pero la M no quizo, no del todo. Fue una media luna que me hizo feliz. Luego ella se vengó mandandome a besar a su prima. Pensé el cómo era posible eso, con que valor me obligaba a eso si es que acaso sentía algo por mi. Me enfurecí y besé a su prima como sólo lo había hecho con la K. La M se fue y me quede pegado con su prima una media hora.

El día de la fiesta de promoción, no fui, no tuve el valor para hacerlo. Sabía que me iba a cambiar de colegio y aunque toda mi voluntad deseaba quedarse con ella, mi mamá así lo había decidido. No quería verle la cara y decirle adiós, alegué que no habíamos comprado los bocaditos que pidieron en la reunión y me quede en casa. Sin embargo, mi mamá conocía la verdad, que lo hacía por la M y aún así no me insistió en ir. Odie al mundo toda la noche, todas las vacaciones.

...

En cuarto de secundaria la volví a ver, gracias a otra prima de ella que me pasó su correo y quedamos en vernos una tarde. Apenas nos distinguimos a lo lejos, corrímos y nos abrazamos. Luego le invité una pizza mientras conversabamos como los niños, que en el fondo sabíamos que todavía eramos.

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Un año después me confesó que yo también le gustaba en el pasado, solo que era muy tímida como para aceptarlo.

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Ahora la veo cada cierto tiempo. Ella me considera su mejor amigo. Yo ya no la amo, pero sé que si la frecuento mucho, corro el riesgo de enamorarme de nuevo, por eso no lo hago. Pero tampoco puedo dejar de verla, así que la veo masomenos dos veces seguidas, cada cierta cantidad de meses. Una vez excedí el límite y casi me enamoro, no lo volveré a hacer de nuevo.

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Estoy seguro que la amé como no he amado a nadie más. Con una inocencia y pasión que nunca más mostraré, porque ella me conoció en mi estado más puro, lejos de toda esa nube gris que me cubre ahora. El que diga que estoy equivocado, que a esa edad no se puede amar de verdad, es el ignorante más grande del mundo, si eso no es amor... entonces simplemente el amor no existe.


"A ti M, que puedes sacar lo mejor de mí con sólo desearlo".


Pdt. Vi a la M hace dos meses, le enseñé calculo y ella me preparó una mazamorra. Fue como siempre, maravilloso.

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