martes, 28 de septiembre de 2010

Los Olivos y tú merecen más

No es fácil describirse. Yo no puedo. El común de la gente que conozco, no puede. Por eso creo que casi nadie puede. Cuando se produce una situación que requiere dar a conocer un perfil mío, doy el de otros. O mejor dicho, digo lo que otros piensan de mí. Si la impresión al final es para otros, es justo que ellos brinden el veredicto. Entonces, ¿Cómo soy? Me han dicho enamoradizo, calculador, introvertido, picarón, cariñoso, terco, fastidioso, encantador -de serpientes, como Robert-, desordenado, sarcástico, mañoso y otras cosas más que no recuerdo, así que supongo que todo eso soy.

Nunca estuve disconforme con lo que era, nunca me pregunté si talvez podría ser mejor. Por algún extraño razonamiento, estaba seguro que dentro de mí se albergaban las semillas de todo y podría adaptarme a cualquier circunstancia, si era verdaderamente necesario. Pero estaba equivocado. Hay algo que no soy. Hay algo que me gustaría tener. Hay algo de lo que estoy muy lejos de ser: Confiable.

Será por mi pasado amoroso. Por haberme comportado como un verdadero imbécil tantas veces. Será por mi obsesión en mí mismo. Por ser un engreído, que al estar en desacuerdo con algo, lo considera malo. Será porque el exceso de sinceridad, suena mentiroso. Un poco de todo. Es triste darse cuenta que todo lo que puedes dar, a veces no es suficiente. Que quieres dar más y no puedes.

Estoy enamorado. Demasiado enamorado. Como chibolo. Estoy enamorado y quiero ser perfecto para ella. No para los demás, no para mi, para ella. De pronto me veo analizando mis más profundos deseos y veo que parecen imposibles. Sin embargo, esa es la naturaleza del amor, hacer lo imposible. Qué más real que querer hacer lo imposible por alguien a quien amas. Aún cuando eso implique dejar todo lo que dicen que eres, que además te gusta escuchar, para pasar a ser suyo.

Si no estas enamorado, dudo que me entiendas. Seguro pensarás que estoy mal, que cruzé la línea. Pero no existe línea más absurda, que la que encierra nuestro corazón y su forma. El mío es extraño. Es como un muñeco que produce desconfianza, por la ropa que viste, por lo que se dice de él. Parece contento, incluso sonríe a tu lado. Te abraza, te cuida, te quiere y es feliz estando contigo. Aunque en el fondo, desearía que olvidaras como se viste, confíes en él y luego sean como siempre. Sólo que esta vez, te sientas segura de que no te hará daño.

Pdt. Por si fuera poco, es tan díficil construir la confianza y tan fácil romperla.

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