domingo, 30 de mayo de 2010

Respecto al amor II

Decir que la vida ha sido injusta no es factible, no en mi caso. Si bien es cierto había momentos en que los golpes encajaban casi como si en el aire hubiera un camino entre ellos y yo, todos tenían su motivo muy bien guardado y de cierta manera, los esperaba. Tanto los esperaba, tan culpable me sentía que aceptaba cada dardo teledirigido como una manera de espiar mis culpas. No era mala persona, no soy mala persona, pero quién podría entenderlo a una edad tan corta, quién no dejaría de culparme si la atropellaba en la autopista, quién sanaría tan rápido como para perdonarme.

Todos tenemos algo así como una inclinación a la maldad; aunque si bien es cierto, nadie hace nada por malo, las cosas que a otros puedan parecer oscuridad pura, desde la neutralidad son malentendidos, confusiones o simplemente antipatías. Pero aún así llegan momentos en los que sientes que tu sufrimiento debe ser recompensado, que esbozamos una sonrisa vampírica en busca de sangre inocente para sentirnos superiores. Son esos instantes de maltrato al amor de las que me amaron, los que hasta hoy me atormentan. Quiero creer que soy el único así, es como con los superhérores, siento que tengo una carga muy grande que nadie más puede llevar, la cargo y sirvo de ejemplo a otros del peligro que corren, pero me doy vuelta y veo que no soy el único, que los demás también se equivocaron, pero solo yo no he sido perdonado.

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