sábado, 29 de mayo de 2010

Respecto al amor I

Cuando era pequeño y soñaba con el amor a menos de un metro mío, todo era verde como la esperanza. Vivía esperando ese momento de tocar la mano amada, más que para ser parte de un juego de niños que solo servía de excusa para sentir otra piel, y me decía a mí mismo que cuando consiga a esa persona, la protegería, la respetaría y nunca la dejaría ir, sin importar lo que eso conlleve.

Pasaron los años y me di cuenta que las peleas de pareja eran como maneras de pelar nuestras cáscaras, para mostrarnos conforme somos y liberarnos gradualmente de todo lo que se nos pega a la piel, al crecer. Fue un tanto díficil digerirlo, pero acepté el hecho de que no puedes pedir perfección en un mundo que cambia tan rápido, es decir nisiquiera te da la oportunidad de preguntarte qué es lo que quieres.

Conocí y disfrute del amor verdadero un par de veces. No puedo decir que amé a unas más que otras, lo que sucede es que el amor siendo el cúmulo de tus experiencias y las de ella, de sus deseos, sus proyecciones, sus pasiones y de lo bien que encajen, provoca un efecto único e irrepetible. Puede que recuerdes a una más que otra, que en determinados momentos necesites a una sola persona, no tiene que ver nada con el amor, tiene que ver con lo bien que encajaron sus tuercas y lo olvidados que quedaban sus vacíos, al estar juntos.

Salí del colegio y comenzé a pagar un precio. Había experimentado tantas cosas, que poco o nada parecía alterar mi duro corazón. Pero como los superpoderes que no puedes rehusar por puro romanticismo, acepté mi nueva faceta. Allí estaba yo, aprendiendo más, riéndome de todo y escapando casi de milagro de minas que yo mismo había plantando en el pasado, para mantener encerrada esa parte mía que confunde el amor con la aventura, la ingenuidad con la inocencia, el calor con las quemaduras.

¿Hubo manera de escapar? Sí la hubo. La tomé, desdeluego. Funcionaba por partes, es decir cuando apretaba. Tenía miedo, tengo miedo del amor. Si un niño con un arma que no sabía manejar, en su travesura podía herir a algún ser querido; que puede hacer ese mismo niño, un par de años mas tarde, con una locura asomándose y con un arma más grande. Dicen que con las caídas te haces más fuerte, yo pienso que con las caídas aprendes a no llorar más, a levantarte, a arrastrarte si es necesario, a ser mas duro, aunque te mueras por dentro. Y eso es todo lo que vino después.

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