domingo, 13 de junio de 2010

Mi tesoro


Yo tenía un sobresito amarillo en el último cajón de mi ropero. Había pasado antes por muchos otros escondites: Debajo de mi cama, entre las páginas de un cuaderno viejo, en el cajon de mi escritorio que no cerraba bien y en un viejo álbum de fotos; esos son los que recuerdo. No siempre fue un sobresito amarillo, antes solo eran una hojas puestas una dentro de otra con mi mucho cuidado, para que no se arrugaran. Un día recibí ese sobre como parte de un regalo de aniversario, me gustó mucho y quedó como estuche, para la posteridad.

Yo tenía dentro de ese sobre amarillo, mi mayor tesoro. Cuando sucedía algún hecho triste, acudía a él. Tenía el poder de congelar sentimientos del pasado, sentimientos de amor y traerlos hacia mi en el momento en que yo los necesitara. Eran mis viejas cartas de amor, nunca supe cuantas eran, no las contaba porque contar es sinónimo de colección, coleccionar es sinónimo de buscar y el amor no se busca, se encuentra.

Yo tenía un tesoro del que todos tendrían envidia. A pesar de que hace tres años, perdí la mitad de él en un arranque de ira, aún era lo bastante preciado como para no cambiarlo, ni por todo el oro del mundo. Todas menos una estaban escritas a mano, algunas cuidaban muy bien el lenguaje y el romanticismo, otras iban directo al grano, salteándose las cursilerías; unas tenían casi una caratula, para un pequeño libro de hasta cuatro páginas, pero también las habían en forma de recortes improvisados, pero igual de lindos; también estaban las llenas de dibujitos, que contrastaban con un par que contenían garabatos, presumo por no tener nada con que borrar a la mano.

Yo tenía en mi poder, las mas maravillosas cartas de amor que se hallan escrito jamás. Recuerdo algunas con más claridad que otras, quizas porque es la forma en que mi mente trata de no olvidarlas, preservando las mas trabajadas, sinceras y agradables para creer que todas fueron así. Nunca podré olvidar esas cuatro páginas escritas con una prosa maravillosamente nostálgica, que retrataba nuestras aventuras y desventuras en medio año de relación. Era casi como leer un manual del amor verdadero que me salvó la vida, varias veces. Tampoco saldrá fácilmente de mi, un afiche rojo producto de otra relación, con varias fotos salpicadas y un te amo inmenso.

Yo tenía esas cartas, eran mi mayor tesoro, pero ya no las tengo. Las perdí en la mudanza. Soy el único culpable y no hay ningún otro que no sea yo. Nunca me podré perdonar por semejante descuido y creo que algunas señoritas me odiarán un poco más, después de esta confesión. Pero así es como deber ser, debo aceptar con resignación el destino que se me ha impuesto, para intentar cambiarlo. Me preguntan cómo, veran... después de tantos cambios de velocidad y tantas curvas repentinas, he redescubierto que vivimos en un mundo circular, que siempre gira para volver a su vertiente. Los planetas giran alrededor del sol, el viento recorre todo el mundo para regresar a su origen, el agua se evapora, se condensa y vuelve a llover, los amantes se complacen, se arrepienten por un tiempo y vuelven a ceder a sus deseos, los amores nacen, mueren y reviven en las almas de otras personas, espero que siguiendo ésta línea mis cartas se dispersen por el mundo, alguien las lea, las almacene en su corazón y cuando sea el momento adecuado las deje salir, para que vuelvan a mis manos, por última vez.

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