miércoles, 8 de diciembre de 2010

El enfermo mental

Soy un inútil cuando estoy enfermo. Sirvo sólo un poco más que mi hermano de un año. Creo que es por eso que desde pequeño he admirado a mis compañeros que, a pesar de sufrir las más satánicas enfermedades, osea las únicas que conocemos a esa edad (fiebre, gripe, sarampión, diarrea), se bastaban con una pastilla y una jateada para reponerse. Yo no podía, aún no puedo. En mi cabeza me da todo junto. Normalmente y por poner un ejemplo, cuando tienes gripe te da fiebre, escalofríos y mocos. Pues bien, en mi caso me da la enfermedad de la fiebre, la enfermedad de los escalofríos y la enfermedad de los mocos. Es decir, me agarra todo junto.

Cómo sobreponerse a tar cúmulo de enfermades, cómo ignorarlas cuando vienen en combo, dispuestas a hacerte sufrir y hasta matarte. Contra toda lógica he aprendido a convivir con algunas. Sufro (a veces gozo) de sinusitis crónica, que son los mocos que salen como miel del panal que viene a ser tu nariz a cada momento; eso que te da cuando te resfrías yo lo tengo casi siempre y bien disimulado por si no lo haz notado. De allí nacieron mis famosisímos mocos voladores. Técnica que me llevó años en perfeccionar y que consta en meter un dedo en la nariz, untarlo con moco y como si tiraras una piedra chiquita, lanzar el moco por los aires. Es asqueroso, peligroso, antinatural, aborrecible pero digan lo que digan es también muy divertido. Y más cuando se le queda pegado a alguien en la ropa.

También tengo secuelas que dejaron músculos rotos en varios lugares de las piernas. Soy arquero, a eso súmenle que soy muy obstinado y hasta loco, eso sólo puede llevar a las lesiones que, cuando eres tan terco como yo en seguir jugando, irremediablemente acabarán en lesiones de por vida. Heridas que no han sando completamente por forzar a los músculos a volver a esforzarse sin haberse recuperado del todo. Por eso no puedo correr por mucho tiempo, ni jugar por mucho y por ende estoy engordando progresivamente. Además creo que de tanto chupar, mi vejiga está mal, es eso o no es capaz de retener nadita de líquidos. Me vasta con probar un vaso de licor en cualquiera de sus formas para ir corriendo al baño a orinar por varios minutos, y este ritual se repite muchas veces en la noche. Es vergonzoso a veces, pero también como los mocos voladores, tiene su gracia. ¿Alguna vez han jugado a quién puede orinar más en botellas vacías de cerveza? Apuesto a que les gano.

No soy un inútil cuando me enfermo, soy un parásito. Y no sirvo un poco más que mi hermano, él me gana. Con alguna nueva palabra en su vocabulario hace que le presten más atención que la que me pondrían a mí si tuviera cáncer. Lo único que no me pueden reprochar es que a pesar de estar al borde la muerte (como lo estoy, apúntense para el testamento) mi sentido del humor permanece intacto. Soy un enfermo simpático, de esos que dan ganas de cuidar. Ojalá después de esta propaganda tenga quién me cuide la próxima vez que caiga enfermo. Y es que no hay ningún remedio como el amor. Cómo extraño cuando vivía en la casa de mi abuela y cada vez que caía enfermo había paro familiar. Me llevaban la teve de mi tío a mi cuarto, cada cinco minutos me ponían pañitos mojados sobre la frente, mi mamá me cambiaba el polo sudado, el vacín siempre estaba misteriosamente limpio, el menú familar se alteraba por mis necesidades a sopas y mazamorras, mis tías hacían de enfermeras y mi abuelo iba a frotarme el pecho todas las noches, con esas manos fuertes que parecían ahuyentar a los virus.

Ahora dependo de tres pastillas cada ocho horas, toda el agua que pueda tomar y lo poco que puede ofrecerme mi mamá (que le agradezco con toda el alma) con sus ocho meses de embarazo. Ojalá mañana amanezca mejor, ya me cansé de comer todo licuado por estas malditas llagas en mi boca. Y ojalá no sea herpes.

Pdt1. No tienen también la impresión de que cuándo se enferman, todo el mundo se vuelve más interesante que su casa.

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