miércoles, 27 de octubre de 2010

Lito y sus memorias I

Lito pasa poco tiempo con su gatita. Quisiera que no fuera así, quisiera verla más seguido, tal vez a diario, pero no puede, tiene miedo. Miedo de que lo llegue a conocer mucho, tanto que descubra que en realidad y bajo todas esas capaz, hay alguién frágil. Sin embargo, de vez en cuando se olvida de ese miedo y un espíritu aventurero, sagaz y romántico se apodera de sus entrañas para arrojar un hombre sin miedo a nada. Hoy es uno de esos días, sale por la ventana de su cuarto a las once y le silba a su gatita. Ella asoma e intenta decirle con señas que baje en diez minutos, la costumbre de hablar así le hace entender el extraño código. Lito se alista y sale.

Saca las llaves que necesita del llavero colgado en el garaje. Abre los candados y los deja colocados a medias, por si tiene que entrar rápido. Transpasa la puerta y distingue a su gatita entre dos arbustos, a unas sietes casas y al frente. Cruza rápido para ocultarse con ella en los camaleónicos arbustos. Quieren pasar desapercibidos, perderse con el paisaje. Cuando lo logran, entran a la casa velozmente y suben las escaleras con tanto sigilio, que ambos parecen intrusos. Lito llega al cuarto de su gatita, es la primera vez que entra. Lo primero que le llama la atención es el holor, todo a ella.

Aún no entiende bien como terminó en esa situación. Resulta que aquella tarde se vieron y fueron a arrimarse al parque. Con la locura y el amor-increíblemente verdadero- que producen los primeros roces, intentan seguirlos en algún lado. Su gatita le comenta que hoy sus papás no estarán en la casa, que se irán a un retiro de pareja. Lito, casi seguro que le dirá que no, se arriesga a preguntarle si no habría forma de que él fuera a su casa en la noche. Ella responde, con la mirada y la sonrisa iguales a las de un niño que planea una travesura, que podría ser.

Y su cuarto es como su sonrisa, una constante travesura. Traviesa es la decoración escolar, travieso es el uniforme colgado de un perchero y hasta excitante. Se abrazan y respiran aliviados, lo peor ya ha pasado. Lito se recuesta y la llama a echarse con él. Juegan a besarse y a abrazarse y a sobarse y a cargarse y a enredarse. Se quitan los zapatos y Lito apaga la luz. Vuelan los polos sin preocuparse por el dónde. Igual el pantalón de su gatita. El de él no, primero quiere verla a ella. Hacen ruido, demasiado ruido.

Su gatita no vive solo con sus padres, sino también con sus abuelos. Justo en esos momentos, su abuela sube a colgar la ropa no sin antes pasar por el cuarto de su engreída. Toca la puerta y como un resorte Lito se para de la cama. Se quiere esconder y no sabe en donde. Recuerda que hace unos años tuvo una situación parecida y se terminó escondiendo debajo de la cama. Esta vez intenta hacer lo mismo y se mete raudo, con la poca ropa que alcanza a coger. La abuela entra y sorprende a su nieta cambiándose para dormir, la acompaña cinco minutos, todo parece tranquilo. Lito no para de sudar, no desde que se dió cuenta que su polo seguía en el cuarto, tirado en cualquier lugar. Suda aún más cuando la abuela pregunta por el dueño de aquel polo tirado sobre el televisor; a lo que su gatita, con una astucia verdaderamente felina, alega que pertenece a su tío y que su mami recogió por error en la mañana.

Lito sale temeroso de su cueva. Sale y lo primero que ve es a su gatita con una pijama ceñida y rosada. Le encanta, se avalanza sobre ella y se da cuenta que toda la tensión no fué en vano. Pasan veinte minutos, están molestos. No logran acomodarse, no saben cómo. La cama suena mucho, es muy chica y no alcanzan las almohadas. A Lito no le importaría usar el piso pero es invierno y su gatita tiene frío. En un último intento se echa sobre ella, los resortes igual chillan, definitivamente no es su noche. Ponen sus dos despertadores a las tres y duermen abrazaditos.

Ella lo hace con profundidad. Lito aún está conciente. Están desnudos, ella con medio cuerpo encima de él y este agarrándole una nalga. No sabe si ella sienta lo mismo, sospecha que si, pero por unos segundos Lito se siente en el paraíso, no en uno terrenal, por el contrario, uno espiritual. No puede describirlo con detalles, sólo se siente bien. Piensa que existen relaciones que construyen el amor a base de amor, intentándolo sacar de cualquier lado. Y existen otras como la de él, que construyeron el amor a base de una necesidad de estar juntos, de una atracción. Advierte que funcionó, que la ama, que el amor también existe y se puede lograr de esa manera. Sonríe levemente y se duerme.

Lo despiertan a las cinco, los despertadores no han sonado y en quince minutos los taxis de la cuadra comenzarán a salir. Se viste con la velocidad que tendría si fuera modelo en un desfile, baja las escalera con su gatita pero tropiezan con un candado tam inmenso como su miedo. Vuelven al cuarto y no saben que hacer. Ella le dice que caballero nomás, tendrá que saltar de la ventana. Lito lo duda pero entiende que no hay de otra, es eso o que lo castren los padres de su gatita. Le da un beso tierno y comienza a resbalarse por la acera. Cuando ya ha reducido la mayor altura posible, se suelta. Cae y algo suena en su rodilla, oye peores ruidos en la casa, no le hace caso a su cuerpo y corre a su hogar. Los candados puestos estrategicamente ayudan, logra entrar más rápido. Casi cuando toda la puerta está por cerrarse y en las últimas rendijas de visión, logra admirar a su gatita viendolo desde su ventana. Se ve tan tierna, tan enamorada, tan hecha para él, tan rosada que se confunde con los primeros rayos de sol, que salen detrás de ella.

Pdt1. No pregunten, la inspiración viene y se va, se vuelve a ir y regresa. Si saben como retenerla, avísenme.
Pdt2. Si alguién sabe de una chamba digna, regularmente remunerada y no tan cansada, también avíseme.

martes, 26 de octubre de 2010

Compañía

Cuando desaparece el mundo. Cuando las luces se van y sólo distinguimos lo que tenemos enfrente. Cuando los cuerpos están cansados y ya se han cumplido sus exigencias. Cuando el amor se encuentra presente en su máxima expresión. Me pregunto qué sería bueno para acompañar esos momentos. Qué detalle elevería la conección más especial entre los cables de dos corazones ¿Una bonita cara serviría? Dudo que pueda ser distinguida ¿Un bonito cuerpo haría comparsa? No porque los cuerpos se extinguen, como todo en este mundo ¿Alguien que diga bonitas palabras? Las palabras son lanzadas al espacio, para cualquiera que las oiga. Entonces, ¿Qué es eso que puede ser distinguido aún en la más oscuras tinieblas, qué jamás saldrá de nuestras mentes, que puede ser lanzado sólo para nosotros y que nos hace compañía cuando sólo existen las parejas? Una sonrisa, una bonita sonrisa ayudaría.

sábado, 9 de octubre de 2010

Te equivocaste

Te equivocaste de paradero
al bajarte en el mío
me hubieras mejor condenado
a largas noches de frío,
parado, esperando, rogando
suplicando que nunca llegaras,
porque la suerte anda rifando
en vez de amor, cosas raras.

Te equivocaste de canal
al sintonizar el mío
no ves que no hubo señal
y por dentro estaba vacío,
no ves que está todo mal
o acaso este sentimiento
por ser mágico e inusual
¿Tendría que ser eterno?

Te equivocaste de sueño
al acostarte conmigo
no dormías con tu dueño
sino con el enemigo,
que te quiere secuestrar
y en cama darte abrigo,
pero que no tiene espaldar
para también soñar contigo.

Te equivocaste y por ese error,
agradezco haberte conocido.

Pdt. Todos nos equivocamos, algunos más que otros. Pero no es mejor persona el que menos se equivoca, sino el que más perdona.

domingo, 3 de octubre de 2010

Lito y dos gatitas

El carisma encuentra sus límites en el camino a la galantería. Lito aprendió eso de Ray y el Duro. Si bien Ray era el más carismático de la promoción, no ganaba ni con la mitad de las chicas que lo hacía el Duro. Al principio pensó que simplemente se trataba de lo bien que te veías y vestías. Pero después de dos años dentro del grupo, empezó a entender otras cosas. Hay un status que cuidar, hay una imagen que formar y todo eso tiene que ser muy distinto de lo que en verdad eres. El Duro era chongero con sus patas y un caballero con las flacas. Sabía cuando desempeñar cada papel a diferencia de Ray, que no podía marcar ese límite.

Teniendo en cuenta esas variables, Lito comienza su travesía. Saca a bailar a una chica del grupo de las normales, las típicas compañeras de colegio que piden permiso hasta las tres o cuatro y que se van juntas a sus casas. Coquetean en la pista de baile unas tres canciones y Lito se sienta con ella. Entre brindis y salsas pegaditas, entre bromas y cortejos, se gana al grupo. Invita cigarros para quedar bien con los patas, saca más trago de la cocina -le quita la chela a los borrachos- para quedar bien con las flacas.

El efecto de la hierba y la concurrencia a la pista de baile comienzan a decaer. Perfecta coincidencia. Lito ya no necesita del carisma que el cannabis le brinda pues el alcohol ya hace estragos en la gente que comienza a abrazarse, reírse de todo, encerrarse en los baños. La ausencia de parejas bailando indica que el ritual ya terminó y es hora de hacerla con alguien. Algunos, como Míchel, prefieren pegarse toda la noche con la misma flaca, esperando ganar por cansancio. Pero esta no parece su noche. La chica a la que arribó, apenas le da piquitos y eso que le ha dado tanto trago que empieza a quedarse dormida.

El Oso, mañoso por excelencia, de tanto nalgear por aquí y por allá, se encuentra arrinconado por la chata Rosa y por una gorda que no recuerda en que momento tocó. Se maldice por dentro a la vez que intenta dejar de abrazarlas sin que se den cuenta. Tiene dos opciones, o se come el asco de su vida en la suite o prefiere optar por lo sano y quedarse chupando tranquilo. Aún no se decide. El Duro como siempre ya está en la escalera, con una flaca de ocho puntos en las piernas, esperando la orden para subir. Arrecha a la gente, sobretodo a las chicas que aún siguen pensando que llegarán a casa esa noche. Ray se encuentra pegado conversando en la puerta. Es tan bueno en eso que a la chica parecen interesarle sus palabras, lo que para él es una maldición. No encuentra ningún flanco para atacar.

Lito le apuesta al Duro y a la valentía del Oso. Decide empezar a chambear de verdad y se sienta de nuevo en su caja de chelas, para observar el panorama. Diez minutos más y no puede dejar de mirar a la primera chica de ese grupo con la que bailó. Le recuerda a su gatita, chiquita y agresiva pero sedada por el trago. Quiere avanzarle una vez, dos veces, el recuerdo de su minina le jode. Mira al Duro en la escalera y se imagina en su lugar con Pame, así se llama la que piensa, será su tigresa. Se para, se acerca hasta ella y le dice al oído que lo acompañe a comprar cigarros. Ella asiente rápido, como esperándolo.

La lleva de la mano hacia la puerta y en el camino ve al Oso tirado en un sillón, chapando con la chata Rosa y tocándole el culo a la gorda. Se hornean en marihuana. Pame se ríe y Lito la abraza para que no note su dengue. Caminan media cuadra y la tienda yace allí, aunque cerrada. Lito le propone ir a otra, pero ella le dice que está cansada y que quiere parar un rato. La vereda está sucia por lo que Lito se apoya en una pared, esperando a que Pame descanse donde quiera. Ella se rié y se deja caer sobre él, de espaldas. Lito sonríe para sí mismo y presiente que no extrañará a su gatita esta noche.