viernes, 27 de agosto de 2010

Noshé

Soy una víctima de las circunstacias. Un pobre humano que ha tenido que ver reprimido su letargo al día y sus encantos a la noche. Culpa del gordo que hace mis días imposibles, del desayuno inexistente, de las tardes frías y oscuras, del cargo de conciencia de no hacer nada. En conclusion si son las dos, aún es temprano; sin son las tres, hay que apurarse; sólo si son las cuatro se puede dormir tranquilo uno.

A esta hora reinan los sonidos gruesos y fantasmales. Los ronquidos de las tres familias que viven en esta casa se juntan en uno sólo que es muy denso, que parece rasgar el aire. Las figuras, casi todas simples adornos, confabulan para formar ante mí duendes, diablos, marcianitos y demás espectros. Los sonidos le dan voces a las cosas que acaban de nacer. Me hacen retroceder, parece que se acercan. Busco el interruptor o mejor dicho aspiro a prenderlo con los puñetasos que le doy a la pared y menos mal se prende. Eran los juguetes del bebe (ni dormido puedes dejar de joderme). Parece que me escuchó y el gordo comienza a llorar, mamá sale a prepararle su leche, tengo que refugiarme en mi cuarto antes que descubra mis hábitos nocturnos.

La calle vista desde la ventana luce vacía, sin vida. Como extraño la de mi antiguo barrio, siempre con aquel borrachín tirado en la esquina, falto de un amigo que le reciba el vaso y que tantas veces quize ser yo. Prendo un cigarro y el aire se torna espeso, me he olvidado de abrir la ventana, pero hace frío y además el humo en el ambiente me gusta. Por un momento pienso en que la vida es como ese cigarro, adictiva por desear que nunca se acabe, para al final caer como tabaco que ya ha cumplido su función en el mundo. Se me quita el sueño, así que voy a la cocina por un té.

Mientras el agua calienta, examino con detenimiento que cosas han cambiado, con respecto de la noche anterior. Un filósofo antiguo decía que la vida, se podía a sí misma llamar vida mientras tengas algo que hacer, algo que esperar y alguien a quien amar. Tengo algo que hacer, mi té. Espero que salga mi DNI para poder trabajar dos meses e irme a conocer el Perú. Tengo alguien a quien amar pero no quiero hacerlo, por su bien. Saco un sobre filtrante, lo coloco en la taza con dos de azúcar, vierto el agua allí y dejo que penetre la esencia del té por diez minutos.

Tengo seiscientos segundos que no sé en donde invertir. Eso es más que el tiempo que me tomaría enviarle por internet una rima a la J, para que durmiera tranquila, como lo venía haciendo meses atrás pero que en realidad era sólo por presumir. A su vez, es menos que el tiempo que llevaría darme cuenta de lo solo que me siento, desde que no envío esos mensajes, por lo que termino no haciéndolo. Unas gotas de ron para darle sabor al té y se convirte en el afrodisiáco perfecto para dormir.

Ya en la cama, el sueño me invade casi instantáneamente. Sin embargo, el gordo vuelve a llorar y me despierta. Lo odio por unos segundos, luego me pongo los audifonos y escucho una salsa que me evoca momentos de purito despecho. Me imagino en un estrado, interpretando el tema como si fuese mío, robando los derechos de autor con el único fin de humillar a los que creo (injustamente) que me hicieron daño. Siento verguenza de mis pensamientos por lo que cambio de canción a una que me recuerda a mi hermano. Pienso en como se debe sentir cuando se despierta y no ve a sus padres ni a mí cuidándolo, haciendolo sentirse seguro. Comprendo el porqué de sus gritos despeserados y me maldigo por odiarlo.Me duermo para soñar con que apenas despierte, dirá "mano" por primera vez. Creo despertar temprano, pero en realidad son las doce, ni me cambio y voy a saludarlo, a él y a mi mamá.

No dice mano pero dice "noo...no she...noshé". Lo que a mi parecer, puede que por lo nebuloso de mi despertar, es igual a decir "noche". Entiendo el mensaje y me voy a dormir feliz una horita más. A los diez minutos me despierta jalándome los pelos y yo le vuelvo a tener la misma cólera de siempre, que desaparece cuando alza sus brazitos, por querer venir conmigo.

lunes, 23 de agosto de 2010

La M


M fue mi primer amor.

La conocí en el jardían, cuando ambos teníamos cuatro años. Yo ignoraba su existencia, no sabía quien era, sólo sabía que había una chica en mi salón que me acompañaba en todas las actuaciones. Dice M que fueron más, pero yo recuerdo tres escenarios bien claros. El primero ocurrió cuando ensayamos para bailar como cholitos para el día del campesino. Yo la pisaba con mis yanquis nuevos casi a propósito y ella corría con su mami a decirle algo al oído.

La segunda se daba a menudo, casi todos los días. Esperábamos un descuido de la profesora Daysi, agarrábamos la plastilina que sobraba y hacíamos culebras interminables con ella. Ganaba quien la hiciera más larga. Lógicamente mi piconería por no perder era inmensa, por lo que al primer anuncio de su victoria, yo cogía su culebrita por la mitad y la partía sin piedad alguna. Ella se resentía y no me hablaba hasta el día siguiente en que por milagro, se le olvidaba el atentado que había realizado en contra suya.

El último y el más claro recuerdo suyo que guardo fue en el día de la primavera. Fuímos elegidos como pareja: rey y reina. Paseamos en la parte trasera de un camión con todos nuestros demás amiguitos como súbditos. Yo estaba perfectamente enternado, con cuello rojo y una colita de las que ya no se usan. La M dejó a todos boquiabiertos con un vestido blanco, como de novia y un chaleco rojo que la diferenciaba de las demás reinas de otros grados. Recuerdo que cada uno tenía un cetro, los intercambiamos y rompí el suyo. No sé porque lo hize, supongo que me gustaba y quería llamar su atención de alguna forma, en ese momento me sentí una basura total aunque hoy todo eso me parezca cómico. Años después descubriría una foto en la que se nos ve agarraditos de la mano cual novios enamorados.

Luego le perdí el rastro. Sospecho que a esa edad uno no le sigue el rastro a nada. Sólo a sus papás y a sus juegos más alucinantes. Cuando comenzé la primaria, pasé al colegio Fe y Alegría. De ese año no guardo recuerdo alguno mas que el del día en que me dieron mi diploma al segundo puesto en aprovechamiento y conducta (pa' que vean). Al año siguiente una niña muy chiquita, que llevaba pelo corto y lentes, pero con una carita absolutamente adorable, era presentada como alumna nueva. Creo que me gustó desde ese momento, era tan linda, tan risueña, casi sacada de un cuento de hadas.

Sólo sabía que se llamaba M y se apellidaba Pastor. Eso en definitiva, debió ser acto del destino, porque yo era Polanco, el número treinta y uno de la lista de alumnos, mientras ella me precedía con el número treinta. Y como en el colegio, todo se hace por lista, casi siempre terminabamos en los mismos grupos. Pero en ocasiones, no era así. Habían veces en que yo maldecía al destino, lo recontraputeaba porque por azares el grupo justo acababa en el número treinta y no podía estar en el suyo. Peor era cuando el trabajo se daba en parejas y nadie faltaba, lo que ocasinaba que me tocará hacer grupo con el treinta y dos, mas no con la treinta. Yo fingía que nada pasaba, aunque en realidad sólo rezaba para que la siguiente ves, me tocara hacer grupo con ella.

Una vez conversando me dijo -yo te conozco- a lo que yo respondí sudando por el nerviosismo de hablarle -de ónde- del San Silvestre pues Anthony, que ya te olvidaste de mi- Mis ojos se abrieron como los de un muerto resucitado y una luz se apoderó de ellos. Al acabar las clases fui corriendo a mi casa, abrí el albúm de recuerdos que tenía mi mami y en efecto, era ella. Saqué una foto de aquel de día de la primavera, la escondí con cuidado para que mi mamá no se diera cuenta del hurto, le puse en la parte de atrás un "me gustas" y al día siguiente, se lo di.

Fué el primero de muchos mensajes que le envié los cinco años más que duró la primaria. Comenzaron siendo pequeños mensajes, luego fragmentos de canciones, más tarde historias de amor y ya más grandecito, poemas. Nunca se los daba directamente, me daba roche. A veces mi amigo Misael se los daba, otras veces esperaba pacientemente a que la M saliera al recreo para pasar por su asiento y en un rápido movimiento de manos, meter el papelito en su mochila. Nunca me respondía ninguno, pero no me importaba, yo era feliz escribiendole a la M y creo que ella también lo era cuando los recibía.

En cuarto grado nos volvímos grandes amiguitos. Tantas coimas para compartir grupo con ella dieron resultado. Salíamos juntos al recreo y volvíamos por distintas escaleras, para que los demás no nos molesten. Compartíamos los panes que a ella le mandaban y lo que yo compraba en la tiendita. Esos momentos eran los más felices del día. En la salida, a veces lograba hacer maniobras para casualmente encontrarme con ella y ofrecerme en acompañarla a su casa. Le llevaba la mochila y le compraba un cañonazo, argumentando que se me había antojado uno. Y aunque ella vivía al frente del colegio nomás, esa cuadra que caminabamos la hacíamos tan lenta que a veces su mamá nos esperaba impaciente en su puerta, pero como me conocía y me tenía confianza, no le decía nada. Luego volvía a mi casa ocho cuadras más abajo con la mirada en el piso, no de tímido sino que de estar pensando mucho en ella, mi cabeza solita se ponía en esa dirección. Con el tiempo, pude corregir ese mal hábito.

Estudiábamos en la tarde, de una a seis. Dos de los cinco días de la semana, pasaba la mañana en su casa. Inventabamos cualquier tarea, cualquier excusa para compartir ese tiempo juntos. Yo lo hacía porque la quería, la amaba; no sabía porque la M lo hacía, aunque muy dentro mío, quería creer que ella compartía mis sentimientos. Acabábamos la tarea, jugabamos voley o lo que fuese y almorzabamos, su mamá me invitaba comida, cocinaba muy rico mi antigua suegrita. Luego volaba a mi casa a cambiarme y alistar la mochila en tiempo record, para llegar al colegio a escribirle más cartas de amor.

Aquí tengo el primer y más grande vacío mental de mi vida. Llevo conmigo una imagen grabada, no sé si pertenece a la realidad o a un sueño. Al principio estuve seguro que fue un sueño pero con el tiempo, la idea me gustó tanto, el sueño logró ser tan perfecto que se transformó poco a poco en realidad, hasta el día de hoy en que tengo los dos escenarios totalmente mezclados e irreconocibles. Estamos ambos en su cuarto, en un pequeño escritorio color rosa. De repente me agarra el sueño y me echo no sé con que valor en sus piernas, al principio ella no se inmuta hasta que comienza a sobarme la cabeza. Pasa mi cabello por entre sus dedos y me pregunta si me gusta, a lo que respondo que no. Luego me dice -entonces que quieres- le digo - ímaginate que quiero- y ella me da un beso.

A raíz de eso nos comenzamos a alejar, al punto de que el sexto grado lo pasamos casi como dos desconocidos (otra razón para pensar que ese escenario ocurrió en realidad). Yo aún le seguía enviando cartas y cuando me di cuenta, todo el salón ya sabía que me gustaba la M. La quería con todas mis fuerzas, quería estar con ella y decidí decirle todo lo que sentía, para variar, en una carta. Casi acabando el año le propuse jugar al amigo secreto, sólo los dos. El intercambio de regalos fue en su casa pero con la condición de que leeríamos las cartas en cuartos separados: Yo en la sala, ella en su habitación. La mía contenía un declaración de amor larguísima, con infinitos argumentos; la suya apenas tenía unas líneas y venía acompañada de un peluche celeste que hasta hoy conservo.

Lo que sucedió después fue que todo siguió como hasta ese momento. Su carta no dijo nada nuevo, que me quería mucho, que era su mejor amigo, pero sólo eso. Me sentí decepcionado y aún así no pude negarme a seguir siendo su amigo.

Unos días antes de la clausura del año, ella hizo su primera comunión. Hubo una reunión en su casa en la que fui yo el único del colegio que se hizo presente. Se quedaron los mayores abajo y subimos a su casa en el tercer piso, junto con su prima. Nos habíamos metido varios brindis y decídimos jugar botella borracha. Yo sólo quería besar a la M, se veía hermosa con ese vestido blanco. Su prima sopesando mis sentimientos nos encargó besarnos, pero la M no quizo, no del todo. Fue una media luna que me hizo feliz. Luego ella se vengó mandandome a besar a su prima. Pensé el cómo era posible eso, con que valor me obligaba a eso si es que acaso sentía algo por mi. Me enfurecí y besé a su prima como sólo lo había hecho con la K. La M se fue y me quede pegado con su prima una media hora.

El día de la fiesta de promoción, no fui, no tuve el valor para hacerlo. Sabía que me iba a cambiar de colegio y aunque toda mi voluntad deseaba quedarse con ella, mi mamá así lo había decidido. No quería verle la cara y decirle adiós, alegué que no habíamos comprado los bocaditos que pidieron en la reunión y me quede en casa. Sin embargo, mi mamá conocía la verdad, que lo hacía por la M y aún así no me insistió en ir. Odie al mundo toda la noche, todas las vacaciones.

...

En cuarto de secundaria la volví a ver, gracias a otra prima de ella que me pasó su correo y quedamos en vernos una tarde. Apenas nos distinguimos a lo lejos, corrímos y nos abrazamos. Luego le invité una pizza mientras conversabamos como los niños, que en el fondo sabíamos que todavía eramos.

...

Un año después me confesó que yo también le gustaba en el pasado, solo que era muy tímida como para aceptarlo.

...

Ahora la veo cada cierto tiempo. Ella me considera su mejor amigo. Yo ya no la amo, pero sé que si la frecuento mucho, corro el riesgo de enamorarme de nuevo, por eso no lo hago. Pero tampoco puedo dejar de verla, así que la veo masomenos dos veces seguidas, cada cierta cantidad de meses. Una vez excedí el límite y casi me enamoro, no lo volveré a hacer de nuevo.

...

Estoy seguro que la amé como no he amado a nadie más. Con una inocencia y pasión que nunca más mostraré, porque ella me conoció en mi estado más puro, lejos de toda esa nube gris que me cubre ahora. El que diga que estoy equivocado, que a esa edad no se puede amar de verdad, es el ignorante más grande del mundo, si eso no es amor... entonces simplemente el amor no existe.


"A ti M, que puedes sacar lo mejor de mí con sólo desearlo".


Pdt. Vi a la M hace dos meses, le enseñé calculo y ella me preparó una mazamorra. Fue como siempre, maravilloso.

jueves, 19 de agosto de 2010

Capítulo 3: Aquel arcoiris

Aquel arcoiris

Ya está decidido. Yo no lo podría explicar mejor, así que se le encomendará esta tercera parte a Toñito, nuestro entrañable protagonista, que por estos días no tiene nada mejor que hacer. Él tiene un estilo un poco más romántico, le sugerí que lo dejará de lado un poco, que a la gente le gusta la cochinada, ojalá me haga caso. Pero en fin, veremos pes...de lo que este calichín es capaz.


¿Que es esto? una historia

nada más lejos de la verdad.

Esto es una paranoia

con serias crisis de identidad.

Debido a las ocurrencias

de un escritor de mentiras

pues de los secretos develados

difícilmente uno se fía;

pero ya se comenzó el trabajo,

ahora que hay que terminarlo

como buen producto peruano

bueno, bonito y barato.


Esta etapa se llamará

tiempo de adaptación,

al igual que se adapta el mar

a no morir de insolación.

Sucede que Susi y yo comenzamos

a vernos con devoción

con la cautela del que ha robado

de los amantes, su pasión.

Yo la silbaba y ella decía

cinco minutos, tal vez dos

espérame en la esquina

que no nos vea ese señor.


Cómo cantaban los grillos

cómo entonaban nuestra canción

cantada de oído a oído

con un abrazo como telón,

quizás por eso entendías

mi propio lenguaje de amor

ese de rimas y caricias

juegos, encanto y dolor.


Y aunque todo fue tan repentino,

como decir que no nos gustó

conocer el cielo, ese limbo

en el garaje de mi portón.

Sentir que el resultado,

de uno mas uno no es dos,

sino es de uno elevado

a la potencia del corazón.



Como olvidar ese día

caminando por la playa

yo faltando a filosofía

tu la pera te tirabas.

Con algo de ropa menos

pero el alma bien abrigada,

hicimos un juramento

ante el sol y aguas saladas:

"Las dudas te arrancaré

diciendo, para ser mía,

que yo siempre te querré

más que a mi propia vida".


También tuvo su lugar

un discurso en un parque,

sabiendo que me iba a mudar

de ti lejos, es cualquier parte:

Me llamo Antonio Polanco

y me dicen Toño de cariño,

mi mamá me dará un hermano

por él dejaré a mis amigos.

No tengo mucho dinero

y este lompa me queda chico,

tomo debes en cuando

y sueño con hacerme rico.

Aún no he logrado nada

pero si así lo quiere el destino,

yo lo esperaré con ansias

con Susan, tu eres mi camino.



Ya es momento de decir

que no todo fue color rosa,

como si un beso pedir,

acaso no fuera pedir limosna.

No nos llevabamos bien

pero eramos muy unidos,

no nos conocíamos bien

y discutíamos seguido.

Ni en la fecha de aniversario

nos pudimos poner de acuerdo

ella fingía olvidarse,

y yo intentaba no hacerlo.



Cuatro meses después

decidimos pactar un día

y comenzar otra ves,

poner los meses en fila.

El elegido fué el díez

sinónimo de alegría,

de la camiseta de Andrés

Iniesta y su bulería.

Desde aquel día nupcial

ese fue nuestro aniversario,

diez es la base décimal

diez son los dedos de las manos.



Un mes después y contando

llegó la primera celebración:

los dos sin un sólo centavo

nos bastábamos con amor.

Eran las seis y cuarenta

jamás lo podré olvidar

ahí donde se esconden estrellas

un arcoiris fue a parar.

Qué pudo esa magia significar

que nuestros lazos serían eternos

o fue un duende que quizo pintar

en ese paisaje, sus miedos.

Nunca lo sabré pero presiento

que fué el único y el primero.



Ahora les contaré un secreto

yo llevo una maldición conmigo

la de aquel perro resentido

que muerde sin ningún motivo.

Creo que estaba enamorado

y por eso fue todo el castigo

desde el día en que por enfado

mis labios a otros besaron.


Continuará...

Pdt1. Deseénme suerte en mi primera misión como ciudadano mayor de edad: Encontrar chamba.


jueves, 12 de agosto de 2010

Te contaré un secreto


Te contaré un secreto, no me siento bien.

Es la segunda semana que paso en casa, supuestamente sin hacer nada. Y cuando no haces nada, sueles pensar mucho, por lo general en tonterías acerca de ti. He querido averiguar que tan feliz soy en mi exilio. La verdad, no me gustó lo que encontré.

Me levanto muy, muy tarde y aún así tengo ganas de seguir durmiendo. Son las once pero mi mamá me obliga a abandonar a morfeo. En secreto deseo que se vaya a trabajar, sonará cruel pero qué quieren que haga, es mi naturaleza. Me encanta vivir sólo, quisiera despertar después del mediodía, comer en la computadora, traer a la señorita que yo desee a mi casa, leer y escribir, salir cuando me aburra y llegar a la hora que quiera, a sabiendas que nadie me controla. Cuando supero estos odios me doy cuenta de que ella y el bebe ya han desayunado, me podrían haber dejado algo pero no, en castigo a mi pesado sueño (ahora dormir esta mal), sólo me han dejado platos que lavar. Definitivamente hasta aquí, no he sido feliz.

-Mami que esperas para ir donde la abuelita, nosotros no podemos con el gordo- No vamos a ir, todos están enfermos por allá, ni lo pienses y si te quieres ir, lárgate- Nunca desayuno, ya se me hizo costumbre, creo que si desayunara sería felíz, con sólo probar un juguito de naranja recién exprimido, con pan con jamón, con tamalitos, con salchicha, con lo que sea. Pero estoy resignado, la única manera de hacerlo, sería volver a la casa de mi abuelita, quiero extrañarla y no puedo, Mía me lo tiene prohibido.

La casa a cargo de dos personas se vuelve extenuante, más aún cuando hay un niño de nueve meses que cuidar y encima, otro en camino. Nos turnamos las tareas domésticas y el cuidar al niño, con mi mami. Yo pienso que el perdedor se queda con el niño, no sé que piense ella. No me malinterpreten, si lo quiero, lo amo, pero eso no conlleva que lo soporte ni que amé más su compañía (ni la de nadie) que a mi soledad en las mañanas. Barrer no me hace feliz, ir a hacer las compras tampoco, sólo la música que pongo de fondo me hace un poquito feliz, pero creo que hasta poco antes del almuerzo, esa felicidad no es suficiente.

Nos turnamos para comer, eso no me hace feliz. Qué sentido tiene cocinar si vas a comer sólo, es absurdo. Menos mal que el bebe se duerme, mi mamá hace lo mismo, agotada. Yo me voy a mi cuarto a leer por fin en paz, luego a la computadora, también con algo de paz, creo que soy medianamente feliz. No quiero salir, no me gusta salir a estas horas de mi casa. Prefiero salir muy temprano y estar todo el día en la calle, haciendo cualquiero cosa, eso me hace feliz pero por ahora no lo puedo hacer, no me darían ni el dinero ni mi conciencia me dejaría tranquilo por dejar a mi mamá sóla.

Cuando está por acabar la tarde recuerdo que tengo enamorada. Es curioso esto, quizás sea una señal, eso me haría feliz. Desde que acabé el colegio, todas mis chicas recibieron migajas de mí, no tenía mucho tiempo y por eso las veía una vez a la semana como mucho. Ahora que me sobra el tiempo, es ella la que no tiene el tiempo para mí, o no se lo dan, o no lo quiere pedir, o no me lo quiere dar. Dice que no nos veremos hasta el domingo, me frustro al principio pero luego veo comicidad en todo esto, soy feliz riéndome de mí mismo.

Aunque no quiero salir, siempre termino saliendo, creo que es costumbre. Sería un tanto más feliz si estuvieran bien mis audífonos y pudiera escuchar música en los micros, pero no lo están y creo que nunca tendré el tiempo (ni el dinero) para buscar unos nuevos, así que esa felicidad no creo que vuelva. Llego lo más tarde que puedo, como rico mientras veo al fondo hay sitio y creo que soy feliz. Me toca lavar los platos, no lo soy más. Entro a la computadora y me transformo en otra persona. Tengo la música que deseo, hablo con quien quiero, leo lo que puedo, escribo si inspiración encuentro; todo está dentro de las cosas que me agradan, soy feliz. Me acuesto muy tarde, tengo miedo de recorrer el pasillo que hay entre esta habitación y mi cuarto, creo que por eso me desvelo tanto. A poco más de las tres me voy a dormir, me quito la ropa, tengo frío. Me abrigo con muchas sábanas, soy feliz nuevamente y por lo menos duermo feliz.

Pdt. Muy pronto en sus kioscos, el capítulo tres de mi primer intento de novela: Aquel arcoiris.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Capítulo 2: Los secretos nos matarán

Los secretos nos matarán


Caminaban Toño, Alex y Julio, junto con cuatro amigos más. Caminaban buscando un motivo para ser felices, sólo por una tarde.

A veces lo encontraban. En las interminables caminatas, en la filosofía popular, en el huesito del mercado, en el gol de media cancha, en la china que encontraban, en la apuesta que ganaban, en las gotas que del cielo caían, en los globos que en carnavales llegaban al blanco, en los cohetes que a los vecinos despertaban, en los besos y caricias que soñaban con dar algún día.

Alex era discreto, quería dar la impresión de líder, seguro y serio. Su buen tino para saber cuando hablar se fue convirtiendo con los años en la chispa que invita a otros a unírsele, que hace sentirse seguro a los que lo rodean. Era el mejor jugando fulbito, todos lo reconocían. Pero el vicio de sentirse superior a veces le jugaba malas pasadas, lanzaba comentarios hirientes que hacían orificios llenos de odio, en los que los recibían. Se acumulaban y al final se descargaban en riñas dentro del grupo que (milagrosamente), no producían resentimientos a futuro. También fué el más dotado con habilidades físicas del grupo: buen bailarían, buen deportista, buena coordinación para los juegos de manos. Sólo tenía un gran defecto, nunca podía hacer caso de un buen consejo de un amigo, sólo fingía escucharlo.

....

A pesar que desde ese primer beso, Toño había roto el pacto de fidelidad que inconsientemente se hace al empezar una relación, no lo sentía así. Cómo ser fiel a quién no amas, cómo lamentarse por algo que te hace sentir tan bien, se preguntaba a sí mismo mientras perpetuaba la infidelidad. Averiguó el correo de Susi y desde ese escenario supo planear con éxito sus siguientes aventuras. Al igual que él, Susan lejos de sentirse mal, se contentaba con este romance, la hacía sentir superior, por fin había entrando a las grandes ligas. En un principio sólo lo hizo por pasar un buen rato, pero cuando se decidió examinarse a sí misma, había nacido en ella un sentimiento de necesidad hacia Toño.

A diferencia de Anahí, Susi aceptaba con complicidad las caricias más exóticas que su amante podía darle. Cada nueva cita era una nueva aventura en un terreno desconocido para ella. Ya no sólo le pertenecía a Toño su boca, sino también su cuello, sus piernas y su cintura. Cada día también pensaba que ya era suficiente, que no podía llegar más lejos en tan sólo un juego, pero a la hora del encuentro, el camino que su cuerpo le hacía a los labios de Toño, era tan perfecto que no podía decirle que no, por más que lo intentara. Cuando terminaba el encuentro y ya su figura se había mancillado por esa traviesa lengua, se alojaba en su corazón el miedo que todo eso se acabara; porque la mayor virtud de Toño no eran sus besos, sino la manera en que llegaba hasta ellos. Ella quería más de eso y en secreto, estaba dispuesta a luchar.

Con ese pensamiento presente, decidieron ir un día al cine. La manera en que subían la escalera automática: abrazados y mirándose a los ojos, era más la de una pareja que la de unos chicos jugando a querese. No sentían culpa alguna en mostrarse, mas bien nacía una necesidad de mostrarse. Compraron las entradas y fueron, sin dejar de abrazarse en ningún momento, a la sala. Cuando las luces se apagaron, Susan lo cogió fuerte del pecho, lo obligó a mirarla a los ojos y le dijo:

-Susan: Toño, esto es lo más lejos que puedo llegar contigo.
-Toño: Jaaa, ¿Qué alas?
-Susan: Aishh, no te hagas.
-Toño: Entonces, tu quieres que tu y yo...¿estemos juntos?
-Susan: Si.
-Toño: Pucha Susi, yo también te quiero, adoro cuando estoy contigo, me siento diferente pero hay algo...
-Susan: ...
-Toño: Olvídalo, será así entonces, seremos enamorados.
-Susan: ¿En serio?
-Toño: Claro.
-Susan: Ayyy te quiero, te quiero, te quiero.
-Toño: Yo más linda, yo más.

Un abrazo selló el pacto. Toño presentía que algo así terminaría sucediendo y aunque pensaba que ante esta situación, diría que no, terminó cediendo. No supo bien el cómo, pero la manera en cómo Susi lo miró, las palabras que dijo, fué como si ella lo hubiera pensado miles de veces hasta encontrar las palabras justas y él, ante tanto empeño, no pudo decir no.

Ya que con el panorama claro y un futuro prometedor, no había más caricias que ocultar. Seguido del desbordante beso, se acomodaron en un solo asiento para hacer más fácil el contacto. Ella, con predisposición a lo que pasaría, llevaba minifalda, de esas que tientan a explorar sus más oscuras cavernas. Toño sabía que Susi, pase lo que pase, no diría que no; así que después de apachurrar esos muslos agraciados, subió sus manos hasta anclar en un nuevo mar. Al mismo tiempo le preguntaba al oído si deseba que continuara, ella más por desgaste y por no querer perder concentración, asentuaba. Todo fue descubierto aquella tarde, sólo se detuvieron cuando se sintieron tan límitados por el siento que fueron al pasillo en busca de más espacio. Mientras Toño la cargaba e intentaba despojarla de lo que le quedaba de piel virgen, una cuidadora del cine los pilló. Se acomodaron la ropa y se fueron, riéndose.

....

Las cartas se hallaban sobre la mesa. Toño no podía volver a ver a Susi sin antes terminar con Anahí. Se pasó varios días pensando en la manera más noble de hacerlo, aunque en verdad no existen maneras nobles cuando se trata de destrozar corazones. Por ese entonces, su vecina Luz le había vuelto a hablar por messenger y se insinuaba para que él la invitase a su casa. Ovbiamente la confianza de Toño se encontraba experimentando nuevos límites, por lo que no dudó y la invitó un sábado de madrugada.

Luz y Anahí habían sido mejores amigas por años. Habían compartido peinados, gustos por chicos, malas y buenas notas, sus primeros tragos, entre otras cosas. Parecía que nunca se separarían, hasta que un día, de la noche a la mañana dejaron de hablarse. Corrió el rumor de que se separaron porque a ambas les gustaba Alex y sólo Anahí estuvo con él. En fin, eran rumores. Cuando Toño vió la oportunidad de tener algo nuevamente con Luz, tuvo la visión de que indirectamente, ella le contaría a su ex-mejor amiga lo ocurrido, para verla sufrir. Pero esa era la excusa que necesitaba para deshacerse de ella, sólo tenía que actuar un poco, hacerse la víctima y mentir hasta el cansancio.

A las dos de la mañana, del sábado para el domingo, Toño subió al techo, le pasó una escalera a Luz y la ayudó a llegar a su casa. Ella ya conocía el manual, bajar con cuidado, hacerle cariñito al perro de la casa Chock, ir directamente al cuarto de su vecino, quedarse ahí y esperarlo. Se echaron y como hacía un par de años, comenzaron a hablar como si el tiempo no hubiera pasado, como si todo este tiempo no hubieran dejado de ser amigos. Sin embargo, ambos sabían que todo era una farsa. El único objetivo de esa visita era terminar revolcándose un rato. Fingieron dormir cara a cara y fue allí cuando Toño le arrancó un beso. Ella comenzó a morderle los labios a lo que él se reía y le decía al oído que había aprendido bastante en ese tiempo. Se besaron por quince minutos, luego Luz se fue y ambos en sus casas sonreían, pensando en un trabajo bien hecho, aunque no por ello desagradable.

Lo demás era sólo esperar. A los pocos días Anahí fué a la casa de Toño, le pidió que bajase y llamó también a Luz. Habló primero con Toño, le dijo lo que su antigua amiguita había estado comentando en clase y le pidió que por favor, lo negase. Él alegó que todo era mentira a lo que ella respondió que entonces le dijera a Luz, en presencia de ella, porqué había dicho eso. Anahí pensó que así dejaría muy mal parada a Luz. Pero cuando se confrontaron los tres, ella se reafirmó en su posición a lo que Toño reaccionó poniendo la cara más avergonzada que tenía, como aceptando el crimen.
Anahí se fué casi llorando, su chico la siguió y después de mucha palabrería, consiguió que le creyese. Esa en un principio no era la idea, pero Toño era mucho mejor improvisando que planeando y en transcurso de los hechos, vió que podía ganar algo más. Cuando todo parecía volver a su cauce, repentinamente Anahí escuchó de los labios de su amado que ya no quería seguir más con ella. Decía que no podía seguir con alguien que desconfiara así de él, que se sentía traicionado. Ella no lo podía creer, la tortilla no sólo se había volteado, se había quemado. Odió con todas sus fuerzas a Luz, en su mente ella era la culpable de todo. Ni siquiera sospechaba que ese chico que estaba a su frente, llorándole era la verdadera mente malvada tras ese plan. No quizo terminar con Toño, pero sus argumentos eran irreprochables, antes de irse porque ya era tarde, dijo que esto no terminaría así. Toño le pidió un último beso y fue allí, dónde se olvido de todo el rollo del cambio y por primera vez, acarició esas partes que tantas veces quizo tocar pero no se atrevió.

Ahora estaba con Susan, la chica que lo llenaba física y mentalmente. Se sentía un ganador en todos los aspectos. No se imaginaba, ni por casualidad, que tiempo después, las terminaría pagando todas.

Continuará...

Pdt1. Mil disculpas a los que se han enganchado con la historia (espero que sean muchos), si es que esta demora en publicarse. No es tan fácil como pensaba hacer un intento de novela, pero ahí vamos.
Pdt2. A los que se sientan aludidos, no me odien o mejor dicho odienme poco... ya está bien, odienme, pero no para siempre.
Pdt3. Gracias Mía, por permitirme y aguantarme tantas cosas, sobre todo esta historia. Eso te hace mejor persona, mejor de lo que yo puedo aspirar a ser. Gracias.

domingo, 8 de agosto de 2010

Capítulo 1 : Algo a cambio de nada

Algo a cambio de nada


Toño era tímido aunque luchaba por no serlo. Pero el número de enamoradas, agarres y encontrones que había tenido hasta sus diecisiete años decía lo contrario. El no lo sabía, pensaba que las chicas lo encontraban misteriosamente atractivo, la verdad era que de todas, el no había enamorado a ninguna, todas se habían enamorado de él. Pasaba que estaba con una y como supuestamente se hallaba comprometido, las chicas se le acercaban más, se hacían sus amigas; luego su inconciente buscaba algo en ellas que su enamorada no tenía, una vez que lo encontraba lo usaba de excusa para terminarla y dedicarse a conquistar a la nueva chica, que desde su inmadurez, era mejor que la anterior. Toño creía que las enamoraba porque esa estrategia, que sin imaginar aplicaba, nunca fallaba. Pero lo que en realidad sucedía era que su amiga ya se había enamorado de él, por la imagen que daba de enamorado perfecto, detallista y amoroso, cosa que a ella le faltaba y que pensaba, Toño podía darle.

Así consiguió a Anahí, dos años menor que él, algo rayada pero con unos atributos que borraban cualquier defecto que pudiese tener (para quien la viese por detrás). Toño estaba en la universidad, ella en el colegio, lo que no les permitía verse como sería ideal en una pareja de su edad. También tenían maneras distintas de pasar el rato juntos. A anahí le encantaba caminar, horas de horas si era posible. Él pensaba que el único beneficio de hacer ese trabajo extenuante, era el de encontrar una buena banca, caleta, cómoda y limpia, para poder acurrucarse como es debido. Ella encontraba en el beso la culminación de algo, generalmente de un buen rato de conversación, era como la ceresa del pastel. Para Toño los besos eran el inicio de algo, que debía obligatoriamente terminar en caricias bajo la ropa o si se podía algo más.

Por ese contraste de pasatiempos, no se llevaban muy bien. Su rutina era verse, saludarse con un beso cumplidor, ponerse a caminar hasta que él la convenciese de sentarse en algún parque, hablar como viejas chismosas (en realidad ella hablaba y él escuchaba), agarrar un par de veces y despedirse. Al principio no fue así, Toño ideaba mil cumplidos para decirsélos de tal forma que lo mínimo que pudiese hacer ella, para agradecerle, era darle un beso calentón. Ya mezclándose los sabores y cuando él se disponía a acariciar ese magnífico atributo que Anahí poseía, de pronto la miraba y pensaba en cuántos otros habían hecho lo mismo, por palpas esas nalgas. Entonces bajaba la cabeza, pensaba en su tarea o en el fútbol para quitarse la arrechura, porque quería ser diferente, siempre quizo ser diferente y ahora estaba ante la oportunidad perfecta de demostrárlo. Fue de esa forma que poco a poco perdió las ganas de ponerle empeño a la relación, aunque en lo único que se empeñaba de verdad era en disimular su ya de antemano derrota con frases como: "Yo nunca te tocaría", "Si no te quisiera, no me portaría así contigo", "Me haz cambiado", lo que a ella le fascinaba y la enamoraba cada día más.

Por sus estudios, Toño no podía entablar una gran amistad con alguna chica, al nivel de que esta se termine enamorando de él . Eso desbarataba su todavía desconocida , estrategia de amor. No tenía ninguna mejor oferta, así que seguir con Anahí era, de algún extraño modo, su única opción.

Tampoco en su barrio podía aspirar a nada, las chicas bonitas escaseaban. Aunque había tenido hace algún tiempo unos afaires con Luz, la vecina de al lado. Fué la típica relación que nace entre chicos que viven tan cerca, con conversaciones en la ventana, por el chat, llamados con silbídos como códigos y pasándose la voz tirando piedritas de cuarto en cuarto. Así de la nada y aprovechando que ambos vivían en el cuarto piso de sus respectivas casas, comenzaron a trepar e invadiar hogar ajeno, turnándose las visitas. Nunca pasaba nada, eran sólo buenos amigos. Hasta que una noche y mientras dormían en la cama de Toño, este se molestó por la acusasión de que respiraba muy fuerte, obtando por la venganza en un beso. La noche lo traicionó y quizo propasarse, ella siendo menor que él, no aceptó otras insinuasiones, de carácter más pasional. Dejaron de frecuentarse, rehuyendo esa amistad en el olvido.

Un detalle que faltaba, Luz había sido mejor amiga de Anahí, por estudiar en el mismo salón y muchos gustos en común. Sin embargo ya no lo eran, ¿El por qué? Clásicas peleas de amigas, que sólo ellas entienden. Morbosamente Toño había disfrutado de las dos, lo que sabía en un futuro, podía serle útil.

....

A pesar de que a Toño le encantaba estar en su casa, casi nunca paraba allí. Lo hacía para extrañarla más y que al volver, su estancia sea más agradable. Tenía todo lo que un chico de su edad desearía: Un piso para él sólo (vivía con su mamá, la que trabajaba todo el día), compu y teve juntas, comida que le hacía su abuela; no limpiaba ni hacía nada, su única preocupación debían ser sus estudios.

Un día, casi anocheciendo, salió de su casa para ir a ver a unos amigos de la secundaria. En el barrio había poca gente, sólo unas chicas que Toño presumía, debían tener entre doce y quince años. Siempre salían a jugar voley, pero él nunca había volteado a mirarlas. Le parecían cucufatas, aniñadas y algo aburridas, por decírlo menos. Sin embargo, ese día algo cambió. Se vió tentado a mirar atrás y al costado del griterío una chica permanecía sentada, cómo preguntándose que hacía ahí. Llevaba polo a tiritas y minifalda, lo que resaltaba unas piernas para su edad, muy bien formadas. Creyó reconocerla, esa chica siempre había vivio en la cuadra, a unas casas de la de él, para el lado de en frente. Se preguntó cuándo esa flaca había crecido tanto, esbozó una sonrisa de culpa y se fué.

Las semanas pasaron, su relación con Anahí seguía en lo mismo, en la misma monotonía de siempre. Pero ahora, cada vez que salía de su casa, ya no se sentía en un barrio escaso de chicas, por lo menos hay dos se decía para él mismo, la de la minifalda y Luz. En una de las tantas noches en que los chicos del barrio salían a hablar de nada, por no tener nada que hacer en sus casas, hizo un amague para preguntar por su nombre.

Toño: ¿Puta esas chibolas que feas no?
Alex: Jaja no seas mal hablado, fácil y terminas estando con alguna de ellas.
Julio: Que pendejo eres, hasta la Anahí está mejor.
Toño: ¡Habla bien! No compares pues. Puede que esté chancadita pero a mi flaca la despacharon bien.
Alex: Si oe, acuérdate que yo también estuve con ella.
Toño: Ah verdad, faltas tu pe Julito.
Julio: Jaja, no me retes que te puedo atrazar si yo quiero.
Toño: Fueraaaa, más bien porqué no le caes a esa flaca, la de la minifalda.
Julio: ¿Oe firme no? ¿Quién es?
Alex: Tu vecina pe huevón.
Toño: Pero como se llama pes.
Alex: Ayaaa, ella es la Susan.
Julio: Puta pero muy chibola on.
Alex: Pero mirála, esta bien desarrolladita ¿Cuánto le pones?
Julio: Fácil sus catorce.
Toño: Si fácil pes.

Pero Susan en realidad tenía trece. Desde que nació, vivió en el barrio, solo que ahora recién empezaba a salir, en complicidad con una prima que vivía al lado suyo. La relación de sus padres no pasaba por su mejor momento, lo que indirectamente le afectaba también a ella. Susan no se daba cuenta de que su personalidad se empezaba a formar, en torno al ambiente en el que estaba. Eso le produjo -hasta aquel entonces- unos estados de ánimo variables, saltando de la alegría al odio, como quién cambia de sitio en el micro; pasando del gusto por alguien al amor que es capaz de entregarlo todo, en apenas instantes.

Ella paraba de arriba a abajo con su prima. Cada vez que Toño salía de su casa y dirgía la mirada hacia ella, se encontraba con dos chicas riendo coquetamente, por lo que no podía diferenciar quién era la que le devolvía el gesto, si Susan o su prima (con los mismos trece años). Por eso, además de su timidez, no se atrevía a hacerles el habla. Ellas eran dos, él uno. Le daba algo de verguenza decirle Alex o Julio para que le acompañasen, lo tildarían de chibolero, además del hecho de que aún estaba con Anahí.

No fue sino hasta un día después de año nuevo, en el que él se encontraba lógicamente borracho y llegando de un tono al mediodía. Venía por el mercado, a unas cuadras del barrio, porque le encantaba curar la resaca con su combinado y su vaso de chicha. Entre sus cejas de borracho divisó a las dos amiguitas, riéndose seguramente de su manera de caminar en estado etílico. Se olvidó de su comprensible mal aliento, su olor a cigarro y los restos de vomito en su ropa, para pararlas, darles un cariñoso saludo y seguir su camino. Era la primera vez que les hacía el habla, lo demás sentía, no iba a más difícil que eso.

Un par de semanas después, hubo un apagón en la cuadra, el cual le canceló a Toño sus planes de encerrarse en el internet. No habiendo nada que hacer y siendo de noche, aprovechó para ir a hacer hora con Susan y su prima. Hablaron por quince minutos, hasta que su papá la llamó y se tuvo que ir. Él presumía que también le gustaba a Susan. Sólo era cuestión de tiempo que caiga, pero tenía que hacerlo cuidadosamente, para que ni Anahí ni el resto del barrio se enteren.

Fue un día de febrero, Toño se había peleado con su flaca y estaba enfurecido, sólo quería desquitarse con alguien. Se encontraba conversando con Julio y Alex en la esquina del barrio, cuando cogió el valor necesario para ir a buscar a Susan. Ella como era costumbre, hablaba con su prima en el momento en que Toño llegó. Le dijo si podían conversar en otro lado, ella fingió no saber que pasaba, hasta que su compañera le dió un empujoncito diciendo: ¡Anda oe! Llegaron a uno de los tantes parques que por ahí se escondían, se sentaron y comenzaron a conversar.

Toño no sabía muy bien que decirle. Todo el valor y el ingenio se le habían ido, sólo le quedaba el suficiente para saber que pregunta decir apenas ella acabase de hablar. Pasó lo que él tanto temía, Susan alegó que ya era tarde y que tenía que irse. Entonces la bestia salió, la sentó contra su voluntad en sus piernas para besarla, con todo lo que tenía y más. Ella misteriosamente aceptó, sólo se rió maquiavelicamente, pregunto por Anahí y se fue. En el camino Toño le preguntó si esto se repitiria, a lo que Susi contestó que posiblemente.

Continuará...

viernes, 6 de agosto de 2010

Nix


Nix(Noche), hija de Urano(Cielo) y Gea(Tierra), hermana de Erebo(Oscuridad), Tártaro(Abismo) y otros, es a mi gusto, la más intrigante de entre todas las entidades divinas. Cuenta la leyenda que su padre en realidad era hijo de Gea y que este sometió a su madre para forzarla a estar siempre debajo de el, procreando numerosos dioses, hasta que un dia su madre se hartó y lo mató por intermedio de su hijo Cronos, que al salir de su vientre, le cortó el miembro. Pero dejemos a los dioses tranquilos, esta historia versa sobre la noche, de como sus encantos me han seducido al punto de preferirla por sobre todas las demás esencias.

Nix es una excepcional compañera. Una amante cálida, hasta en el más crudo de los inviernos. Lo es porque con su oscuridad te abraza, con el miedo que provoca te habla y con su luna te calienta, como dos cuerpos juntos, desnudos. Siendo así, quien no querría enfriarse. Quien no se desnudaría en su cama, mirando la luna a travez de la ventana, para sentir su compañía, en la presencia de estrellas; que por cierto son cuarenta y ocho, yo las he contado.

Otra virtud que tiene, es que es infinita: en su cielo y en su tiempo. En su cielo, porque es una bóveda interminable de figuras tormentosas y sexuales. En su tiempo, porque no tiene fin. ¿O acaso alguien ha vivido lo suficiente como para ver el final de la noche? No lo creo. Puedes hacer miles de cosas en su líbido y nunca te faltaría tiempo. El sueño te vencería antes de conocer su paradero final, por eso nunca la derrotaremos, siempre terminaremos perdiéndonos en su inmensidad, tan parecida al amor.

Cada noche es distinta. Las estrellas siempre cambian de lugar, los amantes improvisan nuevas formas para amarse, la luna nunca deja de moverse, los grillos jamás entonan la misma canción. Será por eso que nuestros miedos recaén en ella. Porque tendemos a volvernos animales sedentarios y la noche es todo menos eso, es una vagabunda errática. Tan malévola como una leona a punto de matar, por darle de comer a sus cachorros. Podríamos acaso acusar a la felina de albergar maldad en su interior. Pues no. De la misma forma en que no podemos acusar a la noche de producir temerosos momentos, por darle a los alcóholicos (tan cercanos a la locura) un instante para hacer maldades.

Pdt. Nix, ojalá sepas guardar secretos.

miércoles, 4 de agosto de 2010

La cato I

Como algunos de ustedes sabrán, dejaré la universidad. No definitivamente, pero si por unos meses. El motivo es que tanto hueveo me pasó factura y estuve a un paso de que me boten (todavía no estoy seguro de que no lo harán, pero confío en que no). Así que me vi forzado a tomarme estas vacaciones, que no serán tampoco tan relajadas, porque para poder convivir con mi conciencia, me veré obligado a conseguirme una chamba de por lo menos ocho horas y estudiar un ingles intensivo.

Los que no me conocen dirán que soy un relajado, un vago de mierda, un altruista, y si bien en parte tienen razón, sus conclusiones no son del todo ciertas. He aprendido a no tomarme las cosas demasiado a pecho, porque a larga lamentarse no te lleva a nada, mucho menos a tomar decisiones al respecto. Lo que funciona conmigo es poner un punto raudo, veloz y pensar en el siguiente paso, algo parecido a la forma de ver las cosas de un visionario, cosa que no soy. Tonto tampoco soy, pues en secundaria llegué a ser olímpico en matemática. Esos chicos que viajan por el mundo ganando medallas y diplomas, supuestamente dejando orgulloso a su país, pero que sabemos no es verdad, porque en su tiempo yo los veía como lornasas. Fuí como ellos, solo que un poquito menos, viajaba dentro del país nomás, no muy lejitos. Entonces si no soy tonto, ¿Cómo diablos acabé así? Digamos que tengo una gran tendencia a dejarme llevar, pero disculpen me fui por las ramas.

El motivo de estos posts acerca de la cato que realizaré, es darles su lugar a aquellos momentos agradables que pasé allí, que no valoré en su momento y que espero no acabén siendo sólo recuerdos. Al fin y al cabo, la cato es la cato pes.


El salón con el que compartía horario era el H-119. Lo conformabamos todos los que habíamos aprobado los exámenes para cachimbos de física y redacción, pero jalado el de mate (era bueno en números, pero cinco meses de trago entre mi ingreso y el inicio de clases, me dejaron medio huevón) . Llegaron las cachimbadas, lujuriosa competencia en el que todos los horarios de recién ingresados púgnan por diez cajas de cerverza y una canasta borracha (ron, pisco, whisky, caña, vino, entre otros refrescos). Con ellas llegaron las primeras reuniones de la gente para ver como enfrentaríamos tamaño desafío.

La prueba constaba de tres partes: Los desafíos, la pichanga (para mí, no existen otros deportes) y la búsqueda del tesoro. Los desafíos eran una serie de retos en su mayoría tontos, tomarse una foto con manuel burga, pincharle la llanta al carro del rector, cosas así. Sólo unos pocos despertaban verdadero interés entre el lonsa, secar una chata de ron en una, vender condones en un micro y ponerse en la entrada a la universidad de lima en traje de burro. La verdad, no participé en ningun desafío, no me llamaban la atención, además tenía que entrenar para la pichanga, que en puntos equivalía a casi la tercera parte de la competencia.

Teníamos un equipaso, arriba el chino Paul, en el medio Alancito con Mario, el perro del equipo eran Jim, abajo se quedaba las torres Percy y Enzo, y en el arco estaba yo. Aún así perdimos el primer partido 8-1, no es por justificar nada pero todos estabamos resfriados, sobre todo yo que ese día me comí un par de goles estúpidos. Luego todo mejoró, pero perdimos el último partido, el definitivo, con gol de un emo. Fue para matarse, todos nos puteamos pero ya estaba hecho, menos mal pudimos ganar en básquet y las chicas ganaron en fútbol, así que a la prueba final llegabamos terceros entre todos los salones.

La búqueda del tesoro consistía en ir descifrando acertijos, que nos llevaban por toda la universidad buscando un contacto, al cual teníamos que decirle la respuesta correcta al acertijo planteado, y él nos daría el siguiente acertijo, que en total eran trece. Puede parecer divertido pero era todo menos eso, era una guerra, una lucha sucia en la que todo valía, porque ya de por sí, parecía una misión imposible. Los acertijos daban la impresión de estar escritos en escandinavo, nadie entendía nada, ni los más cráneos del lonsa podían contra ese papelito mas chiquito que una caja de fósforos. Una sola persona, de otro salón, pudo adivinarlo y comenzaron las coimas, algunos se disfrazaron de espías rusos, otros de urracos. Yo pertenecía a la brigada de búsqueda, los encargados de correr por toda la universidad buscando a los contactos, que encima estaban camuflados de profesores, personal de limpieza, alumnos de postgrado. No sé como pero llegó a nuestras manos la primera respuesta, la facultad de arquitectura. Corrimos y corrimos, me parece que llegamos en quinto lugar, yo ya estaba agotado, no sé en que momento, sabiendo de mi gran físico, acepté unirme a los chasquis del grupo. En fin ya estaba hecho, empezaba a anochecer y faltaban todavía doce pistas más.

El resto de la competencia duró como cuatro horas, a mí ya se me querían salir los pulmones. Casi me había peleado con un contacto, porque creía que nos estaba vacilando; habíamos usado la táctica de la seducción para conseguir respuestas; fuimos engañados y saboteados; también tuvimos múltiples caídas durante las carreras. Con todo eso, habíamos llegado a la última pista (con una trampita de mi amiga suny, que averiguó la respuesta a un acertijo al que todavía no habíamos llegado, ahorrándonos dos carreras), estabamos empatados con otros tres lonsas y todos lucíamos abatidos. Sólo quedabamos tres chicos del H-119 dispuestos a seguir corriendo por el premio. Sonó la alarma de acertijo resuelto y casi veinte personas salimos disparados por el último contacto, que nos daría un objeto, que tendríamos que llevar a la facultad para poder proclamarnos como los ganadores. Este se encontraba en el polideportivo, al otro lado de la universidad, era una latasa hasta allá.

Tomamos el tontódromo, el único camino que lleva directo al polideportivo. Estaba seguro que perderíamos si corríamos como en carrera de caballos. Recordé entonces esa antigua enseñanza de que no se puede ganar sin una estrategia, me la pegué de lider y les dije a Alan y Raúl que hicieramos postas. Alan, que era el de más resistencia a la hora de correr fue tras el pata con el objeto deseado, Raúl lo iba a esperar a medio camino y yo, que era el más cansado, pero a la vez el más loco, el mas obstinado, me ocuparía del tramo final. Esperé quince minutos y divisé a lo lejos, la silueta de la esperanza, con el objeto, algo así como un pequeño cofre, entre manos. Lo recibí y corrí como choro, como si me persiguieran los tombos o como si hubiera llegado serenazgo a levantarnos. A dos facultades de la meta, me di cuenta que tenía una multitud atrás mío y era porque en efecto, sólo había un cofre y si me lo quitaban, nadie se iba a dar cuenta de que me pertenecía, así que ganarían ellos. La única forma de evadirlos era saltar una valla de ramas a mediana altura, me disfrazé de atleta y con todo el valor del mundo, lo salté. Me raspé las piernas pero me había librado de la acometida, levanté la cabeza y de pronto choqué contra una pared humana. Un supuestamente cachimbo, que a mi entender tenía como treinta años en el oficio de robar casas. Me derrumbó, se disponía a quitarme el cofre, cuando por instinto lo pateé en la boca del estomágo, para liberarme y seguir. Llegué a la facultad, pero unas escaleras me alejaban del estrado que se había formado. Entonces aparecieron dos enemigos en frente mío, con caras de hacer lo imposible por quitarme la gloria que ya podía sentir. Sin embargo no me quedaban fuerzas para resistirme, había corrido tan rápido que sentía que ya nada me respondía, cerré los ojos por un segundo y al abrirlos pude ver como de la nada, dos amigos del lonsa, que supuestamente se habían ido a sus casas, por considerar imposible completar la hazaña, venían a salvarme. Uno saltó como fiera a ensartarle un golpe al enemigo, el otro lo cogió de los brazos para que me dejara pasar. Se resistieron, casi me atrapan, pero me deslize como saeta entre sus cuerpos para avanzar, sortear la escalera, llegar a la miniplaza y tirar el cofre, en señal de victoria.

Lo demás fueron cánticos, celebraciones, juerga. Estabamos excitados, habíamos triunfado, lo habíamos hecho en equipo, como si nos conocieramos de años, como si nos hubieramos ganado un pase al cielo. La emoción duró unos días más, tiempo prudencial para que se nos entregaran los resultados, reconociéndonos como los justos ganadores de las cachimbadas. Ya podía saborear el merecido trago entre mis labios, me hize ilusiones con llenar una tina con chela, bañarme en ella y celebrar con mis compañeros de guerra, como los triunfadores que eramos, como lo merecíamos.

Nos mecieron por meses, el premio nunca llegó, malditos hijos de perra. Ojalá a sus hijos, a sus nietos, les hagan lo mismo. Chupénselo todo si quieren, total nunca sentirán lo que sentí yo ese día, aquello que me invade cada vez que recuerdo esa hazaña.

Pdt. Me había olvidado de las pruebas de Mr. Cachimbo, Mrs. Cachimba y Mrs. Cachimbombo. Alan se disfrazo de Venus, fue un cague de risa.